entraron en pánico. «¡Los dioses han llegado a su campamento! —exclamaron—. ¡Esto es un desastre! ¡Nunca antes nos hemos enfrentado a algo asÃ!
¡Filisteos, peleen como nunca antes! ¡Si no lo hacen, seremos esclavos de los hebreos asà como ellos han sido esclavos nuestros! ¡Peleen como hombres!».
Asà que los filisteos pelearon con desesperación, y de nuevo derrotaron a Israel. La matanza fue grande; ese dÃa murieron treinta mil soldados israelitas. Los sobrevivientes dieron la vuelta y huyeron, cado uno a su carpa.
Entonces los filisteos capturaron el arca de Dios y mataron a Ofni y a Finees, los dos hijos de ElÃ.
Un hombre de la tribu de BenjamÃn corrió desde el campo de batalla y, más tarde ese mismo dÃa, llegó a Silo. HabÃa rasgado su ropa y echado polvo sobre su cabeza en señal de dolor.
Elà esperaba junto al camino para oÃr noticias de la batalla, pues estaba tan preocupado por la seguridad del arca de Dios que le temblaba el corazón. Cuando llegó el mensajero y contó lo que habÃa sucedido, un clamor resonó por todo el pueblo.
Cuando el mensajero mencionó lo que habÃa sucedido al arca de Dios, Elà cayó de espaldas de su asiento junto a la puerta. Se quebró la nuca y murió, porque era viejo y demasiado gordo. Durante cuarenta años habÃa sido el juez de Israel.
La nuera de ElÃ, esposa de Finees, estaba embarazada y próxima a dar a luz. Cuando se enteró de que habÃan capturado el arca de Dios y que su suegro y su esposo habÃan muerto, entró en trabajo de parto y dio a luz.
Al niño le puso por nombre Icabod (que significa «¿dónde está la gloria?») porque dijo: «La gloria de Israel se ha ido». Le puso ese nombre porque el arca de Dios habÃa sido capturada y porque murieron su suegro y su esposo.
Y luego dijo: «La gloria se ha ido de Israel, porque el arca de Dios ha sido capturada».