Cierto dÃa, Samuel le dijo a Saúl: «Fue el Señor quien me dijo que te ungiera como rey de su pueblo, Israel. ¡Ahora escucha este mensaje del Señor!
Saúl envió esta advertencia a los ceneos: «Apártense de donde viven los amalecitas o morirán junto con ellos. Pues ustedes fueron bondadosos con el pueblo de Israel cuando salió de Egipto». Asà que los ceneos empacaron sus cosas y se fueron.
Luego Saúl mató a los amalecitas desde Havila hasta llegar a Shur, al oriente de Egipto.
Capturó a Agag, el rey amalecita, pero destruyó por completo a todos los demás.
Saúl y sus hombres le perdonaron la vida a Agag y se quedaron con lo mejor de las ovejas y las cabras, del ganado, de los becerros gordos y de los corderos; de hecho, con todo lo que les atrajo. Solo destruyeron lo que no tenÃa valor o que era de mala calidad.
Luego el Señor le dijo a Samuel:
«Lamento haber hecho a Saúl rey, porque no me ha sido leal y se ha negado a obedecer mi mandato». Al oÃrlo, Samuel se conmovió tanto que clamó al Señor durante toda la noche.
—Es cierto que los soldados dejaron con vida lo mejor de las ovejas, las cabras y el ganado —admitió Saúl—, pero van a sacrificarlos al Señor tu Dios. Hemos destruido todo lo demás.
Entonces Saúl le confesó a Samuel:—Es cierto, he pecado. He desobedecido tus instrucciones y el mandato del Señor, porque tuve miedo del pueblo y por eso hice lo que ellos me pidieron.
Pero ahora, por favor, perdona mi pecado y regresa conmigo para que pueda adorar al Señor.
Luego Samuel dijo:—Tráiganme al rey Agag.Agag llegó lleno de esperanza, porque pensó: «¡Seguramente ya pasó lo peor, y he sido librado de la muerte!».
Pero Samuel le dijo:—Como tu espada ha matado a los hijos de muchas madres, ahora tu madre se quedará sin hijos.Y Samuel cortó a Agag en pedazos delante del Señor en Gilgal.