HabÃa un hombre llamado Elcana que vivÃa en Ramá, en la región de Zuf ubicada en la zona montañosa de EfraÃn. Era hijo de Jeroham, hijo de Eliú, hijo de Tohu, hijo de Zuf, de la tribu de EfraÃn.
Elcana tenÃa dos esposas: Ana y Penina. Penina tenÃa hijos, pero Ana no.
Cuando Elcana presentaba su sacrificio, les daba porciones de esa carne a Penina y a cada uno de sus hijos.
Sin embargo, a Ana, aunque la amaba, sólo le daba una porción selecta porque el Señor no le habÃa dado hijos.
De manera que Penina se mofaba y se reÃa de Ana porque el Señor no le habÃa permitido tener hijos.
Año tras año sucedÃa lo mismo, Penina se burlaba de Ana mientras iban al tabernáculo. En cada ocasión, Ana terminaba llorando y ni siquiera querÃa comer.
y la veÃa mover los labios. Pero como no oÃa ningún sonido, pensó que estaba ebria.
—¿Tienes que venir borracha? —le reclamó—. ¡Abandona el vino!
—¡Oh no, señor! —respondió ella—. No he bebido vino ni nada más fuerte. Pero como estoy muy desanimada, derramaba ante el Señor lo que hay en mi corazón.
¡No piense que soy una mujer perversa! Pues he estado orando debido a mi gran angustia y a mi profundo dolor.
—En ese caso —le dijo El×, ¡ve en paz! Que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido.
—¡Oh, muchas gracias! —exclamó ella.Asà que se fue, comenzó a comer de nuevo y ya no estuvo triste.
Cuando el niño fue destetado, Ana lo llevó al tabernáculo en Silo. Ellos llevaron un toro de tres años para el sacrificio, una canasta de harina y un poco de vino.