Mientras miraba, el Cordero rompió el primero de los siete sellos que habÃa en el rollo. Entonces oà que uno de los cuatro seres vivientes decÃa con voz de trueno: «¡Ven!».
Cuando el Cordero rompió el segundo sello, oà que el segundo ser viviente decÃa: «¡Ven!».
Entonces apareció otro caballo, de color rojo. Al jinete se le dio una gran espada y la autoridad para quitar la paz de la tierra. Y hubo guerra y masacre por todas partes.
Y oà que una voz que salió de entre los cuatro seres vivientes decÃa: «Un pan de trigo o tres panes de cebada costarán el salario de un dÃa. Y no desperdicies el aceite de oliva y el vino».
Cuando el Cordero rompió el cuarto sello, oà que el cuarto ser viviente decÃa: «¡Ven!».
Cuando el Cordero rompió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de todos los que habÃan muerto como mártires por causa de la palabra de Dios y por haber sido fieles en su testimonio.
Ellos clamaban al Señor y decÃan: «Oh Señor Soberano, santo y verdadero, ¿cuánto tiempo hasta que juzgues a la gente de este mundo y tomes venganza de nuestra sangre por lo que nos han hecho?».
Mientras yo miraba, el Cordero rompió el sexto sello, y hubo un gran terremoto. El sol se volvió tan oscuro como tela negra, y la luna se volvió tan roja como la sangre.
Entonces las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra como los higos verdes que caen de un árbol cuando es sacudido por el fuerte viento.
El cielo fue enrollado como un pergamino, y todas las montañas y las islas fueron movidas de su lugar.
Entonces todo el mundo —los reyes de la tierra, los gobernantes, los generales, los ricos, los poderosos, todo esclavo y hombre libre— se escondió en las cuevas y entre las rocas de las montañas.
Y gritaban a las montañas y a las rocas: «Caigan sobre nosotros y escóndannos del rostro de aquel que se sienta en el trono, y de la ira del Cordero;