Cuando los testigos hayan terminado de dar su testimonio, la bestia que sube del abismo sin fondo declarará la guerra contra ellos, los conquistará y los matará.
Y durante tres dÃas y medio, todos los pueblos y todas las tribus, lenguas y naciones se quedarán mirando los cadáveres. A nadie se le permitirá enterrarlos.
Los que pertenecen a este mundo se alegrarán y se harán regalos unos a otros para celebrar la muerte de los dos profetas que los habÃan atormentado.
Luego una fuerte voz del cielo llamó a los dos profetas: «¡Suban aquÃ!». Entonces ellos subieron al cielo en una nube mientras sus enemigos los veÃan.
Los veinticuatro ancianos que estaban sentados en sus tronos delante de Dios se postraron rostro en tierra y lo adoraron,
diciendo: «Te damos gracias, Señor Dios, el Todopoderoso,    el que es y que siempre fue, porque ahora has tomado tu gran poder    y has comenzado a reinar.