Les dijo: «Vayan a la mitad del Jordán, frente al arca del Señor su Dios. Cada uno de ustedes debe tomar una piedra y cargarla al hombro; serán doce piedras en total, una por cada tribu de Israel.
Y ustedes podrán decirles: “Nos recuerdan que el rÃo Jordán dejó de fluir cuando el arca del pacto del Señor cruzó por allÃâ€. Esas piedras quedarán como un recordatorio en el pueblo de Israel para siempre».
Esos hombres armados —unos cuarenta mil en total— estaban listos para la guerra, y el Señor iba con ellos mientras cruzaban hacia la llanura de Jericó.
En cuanto los sacerdotes que llevaban el arca del pacto del Señor salieron del lecho del rÃo y sus pies pisaron tierra firme, las aguas del Jordán volvieron a fluir y desbordaron el cauce como antes.
Y ustedes podrán decirles: “Aquà es donde los israelitas cruzaron el Jordán sobre tierra secaâ€.
Pues el Señor su Dios secó el rÃo a la vista de ustedes y lo mantuvo seco hasta que todos cruzaran, tal como hizo con el mar Rojo cuando lo secó hasta que todos terminamos de cruzar.
Lo hizo para que todas las naciones de la tierra supieran que la mano del Señor es poderosa, y para que ustedes temieran al Señor su Dios para siempre».