Quiero que sepan cuánta angustia he sufrido por ustedes y por la iglesia en Laodicea y por muchos otros creyentes que nunca me conocieron personalmente.
No permitan que nadie los atrape con filosofÃas huecas y disparates elocuentes, que nacen del pensamiento humano y de los poderes espirituales de este mundo y no de Cristo.
Pues en Cristo habita toda la plenitud de Dios en un cuerpo humano.
Cuando ustedes llegaron a Cristo, fueron «circuncidados», pero no mediante un procedimiento corporal. Cristo llevó a cabo una circuncisión espiritual, es decir, les quitó la naturaleza pecaminosa.
Ustedes estaban muertos a causa de sus pecados y porque aún no les habÃan quitado la naturaleza pecaminosa. Entonces Dios les dio vida con Cristo al perdonar todos nuestros pecados.
Él anuló el acta con los cargos que habÃa contra nosotros y la eliminó clavándola en la cruz.
De esa manera, desarmó a los gobernantes y a las autoridades espirituales. Los avergonzó públicamente con su victoria sobre ellos en la cruz.
Por lo tanto, no permitan que nadie los condene por lo que comen o beben, o porque no celebran ciertos dÃas santos ni ceremonias por luna nueva ni los dÃas de descanso.
Pues esas reglas son solo sombras de la realidad que vendrá. Y Cristo mismo es esa realidad.
No dejen que los condene ninguno de aquellos que insisten en una religiosa abnegación o en el culto a los ángeles, al afirmar que han tenido visiones sobre estas cosas. Su mente pecaminosa los ha llenado de arrogancia
«¡No toques esto! ¡No pruebes eso! ¡No te acerques a aquello!»?
Esas reglas son simples enseñanzas humanas acerca de cosas que se deterioran con el uso.
Podrán parecer sabias porque exigen una gran devoción, una religiosa abnegación y una severa disciplina corporal; pero a una persona no le ofrecen ninguna ayuda para vencer sus malos deseos.