»¡Escucha, Israel! Hoy estás a punto de cruzar el rÃo Jordán para tomar posesión de la tierra que pertenece a naciones más grandes y más poderosas que tú. ¡Viven en ciudades con murallas que llegan hasta el cielo!
Pero reconoce hoy que el Señor tu Dios es el que cruzará delante de ti como un fuego devorador para destruirlos. Él los subyugará para que los conquistes rápidamente y los expulses enseguida, tal como el Señor te prometió.
No es porque seas tan bueno o porque tengas tanta integridad que estás a punto de poseer la tierra de ellas. El Señor tu Dios expulsará a esas naciones de tu paso sólo por la perversidad de ellas y para cumplir el juramento que les hizo a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob.
Debes reconocer que el Señor tu Dios no te da esa buena tierra porque tú seas bueno. No, porque no lo eres; eres un pueblo terco.
El Señor me dio las dos tablas en las que Dios habÃa escrito con su propio dedo todas las palabras que te habÃa hablado desde en medio del fuego cuando estabas reunido al pie del monte.
»Pasados los cuarenta dÃas y las cuarenta noches, el Señor me entregó las dos tablas de piedra grabadas con las palabras del pacto.