»Asà que el Señor nuestro Dios nos entregó al rey Og y a toda su gente, y los matamos a todos. No quedó nadie con vida.
Conquistamos cada una de las sesenta ciudades del reino, es decir, a toda la región de Argot, dentro de Basán. No dejamos ni una sola ciudad sin conquistar.
Destruimos por completo el reino de Basán, de la misma manera que habÃamos destruido a Sehón, rey de Hesbón. En cada ciudad conquistada, aniquilamos a toda la gente, tanto hombres como mujeres y niños.
Pero nos quedamos con todos los animales y nos llevamos el botÃn de todas las ciudades.
»Por lo tanto, nos apoderamos de la tierra que pertenecÃa a los dos reyes amorreos del oriente del rÃo Jordán, desde el valle del Arnón hasta el monte Hermón.
(Los sidonios llaman Sirión al monte Hermón, mientras que los amorreos lo llaman Senir).
Para entonces ya habÃamos conquistado todas las ciudades de la meseta y todo el territorio de Galaad y de Basán, aun hasta llegar a las ciudades de Salca y de Edrei, que formaban parte del reino de Og, en Basán.
(Og, rey de Basán, fue el último sobreviviente de los gigantes refaÃtas. Su cama era de hierro y tenÃa más de cuatro metros de largo y casi dos de ancho. Aún hoy se puede ver en la ciudad amonita de Rabá).
»En aquel tiempo, les di la siguiente orden a las tribus que iban a vivir al oriente del Jordán: “Por más que el Señor su Dios les haya dado esta tierra como propiedad, todos sus hombres de guerra deberán cruzar el Jordán delante de sus hermanos israelitas, armados y listos para ayudarlos;
pero a sus esposas e hijos, y la gran cantidad de animales que tienen podrán dejarlos en las ciudades que les di.
Una vez que el Señor les haya dado seguridad a los demás israelitas —como ya lo ha hecho con ustedes— y cuando ellos tomen posesión de la tierra que el Señor su Dios les da del otro lado del rÃo Jordán, entonces todos ustedes podrán volver aquÃ, a la tierra que les he dadoâ€.
Te pido, por favor, que me permitas cruzar el Jordán para ver esa tierra maravillosa que hay del otro lado, la bella zona montañosa y los montes del LÃbanoâ€.
»Pero el Señor estaba enojado conmigo por culpa de ustedes y no quiso escucharme. “¡Ya basta! —exclamó—. Ni una sola palabra más sobre ese asunto.
Pero sube a la cima del monte Pisga y mira la tierra en todas las direcciones. MÃrala bien, pero no cruzarás el rÃo Jordán.