»Por lo tanto, obedece las condiciones de este pacto para que prosperes en todo lo que hagas.
Hoy, cada uno de ustedes —los jefes de las tribus, los ancianos, los jefes y todos los hombres de Israel— está en la presencia del Señor su Dios.
Tus esposas y tus pequeños están contigo, al igual que los extranjeros que viven en medio de ti, quienes cortan tu leña y llevan tu agua.
Hoy estás aquà para hacer un pacto con el Señor tu Dios. El Señor es quien hace ese pacto, que incluye las maldiciones.
»Tú recuerdas cómo vivÃamos en la tierra de Egipto y cómo anduvimos por el territorio de naciones enemigas cuando salimos de allÃ.
Tú viste las prácticas detestables de esas naciones y sus Ãdolos de madera, de piedra, de plata y de oro.
Hago este pacto contigo, para que nadie —hombre o mujer, clan o tribu— se aparte del Señor nuestro Dios para rendir culto a esos dioses de otras naciones, y para que ninguna raÃz produzca frutos amargos y venenosos en medio de ti.
»Los que oyen las advertencias de esta maldición no deberÃan confiarse demasiado y pensar: “Estoy a salvo, a pesar de que sigo los deseos de mi corazón tercoâ€. ¡Eso los llevarÃa a la ruina total!
Y el Señor jamás perdonará a los que piensan asÃ. Por el contrario, su enojo y su celo arderán contra ellos. Les caerán encima todas las maldiciones escritas en este libro, y el Señor borrará sus nombres de la faz de la tierra.
El Señor los apartará de las demás tribus de Israel para echar sobre ellos todas las maldiciones del pacto registradas en este libro de instrucción.
»Entonces las generaciones futuras, tanto tus descendientes como los extranjeros que vengan de tierras lejanas, verán la devastación de tu tierra y las enfermedades con las que el Señor la aflige.
Exclamarán: “Toda esta tierra quedó devastada con azufre y sal. Es una tierra baldÃa, sin cultivos, donde no crece nada, ni siquiera un tallo de pasto. Es como las ciudades de Sodoma y Gomorra, Adma y Zeboim, las cuales el Señor destruyó en su intenso enojoâ€.
»Y la respuesta será: “Sucedió porque el pueblo de esa tierra abandonó el pacto que el Señor, Dios de sus antepasados, hizo con ellos cuando los sacó de la tierra de Egipto.
Por esa razón, el enojo del Señor ardió contra esa tierra y cayeron sobre ella cada una de las maldiciones registradas en este libro.
¡Con gran enojo y furia, el Señor desarraigó a su propio pueblo de la tierra y lo desterró a otra nación, donde ellos viven hasta el dÃa de hoy!â€.
»El Señor nuestro Dios tiene secretos que nadie conoce. No se nos pedirá cuenta de ellos. Sin embargo, nosotros y nuestros hijos somos responsables por siempre de todo lo que se nos ha revelado, a fin de que obedezcamos todas las condiciones de estas instrucciones.