Antes ustedes estaban muertos a causa de su desobediencia y sus muchos pecados.
VivÃan en pecado, igual que el resto de la gente, obedeciendo al diablo —el lÃder de los poderes del mundo invisible—, quien es el espÃritu que actúa en el corazón de los que se niegan a obedecer a Dios.
Pero Dios es tan rico en misericordia y nos amó tanto
que, a pesar de que estábamos muertos por causa de nuestros pecados, nos dio vida cuando levantó a Cristo de los muertos. (¡Es solo por la gracia de Dios que ustedes han sido salvados!)
De modo que, en los tiempos futuros, Dios puede ponernos como ejemplos de la increÃble riqueza de la gracia y la bondad que nos tuvo, como se ve en todo lo que ha hecho por nosotros, que estamos unidos a Cristo Jesús.
La salvación no es un premio por las cosas buenas que hayamos hecho, asà que ninguno de nosotros puede jactarse de ser salvo.
Pues somos la obra maestra de Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las cosas buenas que preparó para nosotros tiempo atrás.
No olviden que ustedes, los gentiles, antes estaban excluidos. Eran llamados «paganos incircuncisos» por los judÃos, quienes estaban orgullosos de la circuncisión, aun cuando esa práctica solo afectaba su cuerpo, no su corazón.
En esos tiempos, ustedes vivÃan apartados de Cristo. No se les permitÃa ser ciudadanos de Israel, y no conocÃan las promesas del pacto que Dios habÃa hecho con ellos. Ustedes vivÃan en este mundo sin Dios y sin esperanza,
pero ahora han sido unidos a Cristo Jesús. Antes estaban muy lejos de Dios, pero ahora fueron acercados por medio de la sangre de Cristo.
Pues Cristo mismo nos ha traÃdo la paz. Él unió a judÃos y a gentiles en un solo pueblo cuando, por medio de su cuerpo en la cruz, derribó el muro de hostilidad que nos separaba.
Cristo reconcilió a ambos grupos con Dios en un solo cuerpo por medio de su muerte en la cruz, y la hostilidad que habÃa entre nosotros quedó destruida.
Ahora todos podemos tener acceso al Padre por medio del mismo EspÃritu Santo gracias a lo que Cristo hizo por nosotros.
Asà que ahora ustedes, los gentiles, ya no son unos desconocidos ni extranjeros. Son ciudadanos junto con todo el pueblo santo de Dios. Son miembros de la familia de Dios.
Juntos constituimos su casa, la cual está edificada sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas. Y la piedra principal es Cristo Jesús mismo.