Aunque mi condición los tentaba a no aceptarme, ustedes no me despreciaron ni me rechazaron. Todo lo contrario, me recibieron y me cuidaron como si yo fuera un ángel de Dios o incluso el mismo Cristo Jesús.
¿Dónde ha ido a parar el espÃritu de alegrÃa y de gratitud que antes tenÃan? Estoy seguro de que ustedes se hubieran arrancado los propios ojos para dármelos de haber sido posible.
¿Acaso ahora me volvà su enemigo porque les digo la verdad?
Esos falsos maestros están muy ansiosos de ganarse el favor de ustedes, pero sus intenciones no son nada buenas. Lo que quieren es aislarlos de mà para que ustedes solo les presten atención a ellos.
Si alguien quiere hacer cosas buenas por ustedes, no hay ningún problema; pero que lo haga en todo tiempo, no solo cuando estoy con ustedes.
¡Oh mis hijos queridos! Siento como si volviera a sufrir dolores de parto por ustedes, y seguirán hasta que Cristo se forme por completo en sus vidas.
DÃganme ustedes, los que quieren vivir bajo la ley, ¿saben lo que en realidad dice la ley?
Las Escrituras dicen que Abraham tuvo dos hijos, uno de la mujer esclava y el otro de su esposa, quien habÃa nacido libre.
El nacimiento del hijo de la esclava fue el resultado de un intento humano por lograr que se cumpliera la promesa de Dios; pero el nacimiento del hijo de la libre fue la manera en que Dios cumplió su promesa.
Esas dos mujeres son una ilustración de los dos pactos de Dios. La primera mujer, Agar, representa el monte SinaÃ, donde el pueblo recibió la ley que los hizo esclavos.
Y ustedes, amados hermanos, son hijos de la promesa igual que Isaac;
pero ahora son perseguidos por los que quieren que cumplan la ley, tal como Ismael —el hijo que nació del esfuerzo humano— persiguió a Isaac, el hijo que nació por el poder del EspÃritu.