Have not I commanded thee? Be strong and of a good courage; be not afraid, neither be thou dismayed: for the LORD thy God is with thee whithersoever thou goest.
¿Acaso han pasado por tantas experiencias en vano? ¡No puede ser que no les hayan servido para nada!
Vuelvo a preguntarles: ¿acaso Dios les da al EspÃritu Santo y hace milagros entre ustedes porque obedecen la ley? ¡Por supuesto que no! Es porque creen el mensaje que oyeron acerca de Cristo.
Del mismo modo, «Abraham le creyó a Dios, y Dios lo consideró justo debido a su fe».
Asà que los verdaderos hijos de Abraham son los que ponen su fe en Dios.
Es más, las Escrituras previeron este tiempo en el que Dios declararÃa justos a los gentiles por causa de su fe. Dios anunció esa Buena Noticia a Abraham hace tiempo, cuando le dijo: «Todas las naciones serán bendecidas por medio de ti».
Asà que todos los que ponen su fe en Cristo participan de la misma bendición que recibió Abraham por causa de su fe.
Sin embargo, los que dependen de la ley para hacerse justos ante Dios están bajo la maldición de Dios, porque las Escrituras dicen: «Maldito es todo el que no cumple ni obedece cada uno de los mandatos que están escritos en el libro de la ley de Dios».
Queda claro, entonces, que nadie puede hacerse justo ante Dios por tratar de cumplir la ley, ya que las Escrituras dicen: «Es por medio de la fe que el justo tiene vida».
El camino de la fe es muy diferente del camino de la ley, que dice: «Es mediante la obediencia a la ley que una persona tiene vida».
Pero Cristo nos ha rescatado de la maldición dictada en la ley. Cuando fue colgado en la cruz, cargó sobre sà la maldición de nuestras fechorÃas. Pues está escrito: «Maldito todo el que es colgado en un madero».
Amados hermanos, el siguiente es un ejemplo de la vida diaria: asà como nadie puede anular ni modificar un acuerdo irrevocable, tampoco en este caso.
Dios ha dado las promesas a Abraham y a su hijo. Y noten que la Escritura no dice «a sus hijos», como si significara muchos descendientes. Más bien, dice «a su hijo», y eso sin duda se refiere a Cristo.
Pues, si fuera posible recibir la herencia por cumplir la ley, entonces esa herencia ya no serÃa el resultado de aceptar la promesa de Dios; pero Dios, por su gracia, se la concedió a Abraham mediante una promesa.
Ahora bien, un mediador es de ayuda si dos o más partes tienen que llegar a un acuerdo, pero Dios —quien es uno solo— no usó ningún mediador cuando le dio la promesa a Abraham.
¿Hay algún conflicto, entonces, entre la ley de Dios y las promesas de Dios? ¡De ninguna manera! Si la ley pudiera darnos vida nueva, nosotros podrÃamos hacernos justos ante Dios por obedecerla;
pero las Escrituras declaran que todos somos prisioneros del pecado, asà que recibimos la promesa de libertad que Dios hizo únicamente por creer en Jesucristo.
Antes de que se nos abriera el camino de la fe en Cristo, estábamos vigilados por la ley. Nos mantuvo en custodia protectora, por asà decirlo, hasta que fuera revelado el camino de la fe.
Dicho de otra manera, la ley fue nuestra tutora hasta que vino Cristo; nos protegió hasta que se nos declarara justos ante Dios por medio de la fe.
Y ahora que ha llegado el camino de la fe, ya no necesitamos que la ley sea nuestra tutora.
Pues todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.
Y todos los que fueron unidos a Cristo en el bautismo se han puesto a Cristo como si se pusieran ropa nueva.
Ya no hay judÃo ni gentil, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús.
Y ahora que pertenecen a Cristo, son verdaderos hijos de Abraham. Son sus herederos, y la promesa de Dios a Abraham les pertenece a ustedes.