Cuando uno de ustedes tiene un conflicto con otro creyente, ¿cómo se atreve a presentar una demanda y a pedirle a un tribunal secular que decida sobre el asunto, en lugar de llevarlo ante otros creyentes?
¿No se dan cuenta de que algún dÃa nosotros, los creyentes, juzgaremos al mundo? Y dado que ustedes van a juzgar al mundo, ¿no son capaces de resolver esas pequeñas cuestiones entre ustedes?
¿No se dan cuenta de que juzgaremos a los ángeles? Asà que deberÃan ser capaces de resolver los conflictos comunes y corrientes que ocurren en esta vida.
En cambio, son ustedes mismos los que hacen lo malo y estafan aun a sus propios hermanos en Cristo.
¿No se dan cuenta de que los que hacen lo malo no heredarán el reino de Dios? No se engañen a sà mismos. Los que se entregan al pecado sexual o rinden culto a Ãdolos o cometen adulterio o son prostitutos o practican la homosexualidad
o son ladrones o avaros o borrachos o insultan o estafan a la gente: ninguno de esos heredará el reino de Dios.
Algunos de ustedes antes eran asÃ; pero fueron limpiados; fueron hechos santos; fueron hechos justos ante Dios al invocar el nombre del Señor Jesucristo y por el EspÃritu de nuestro Dios.
Ustedes dicen: «Se me permite hacer cualquier cosa», pero no todo les conviene. Y aunque «se me permite hacer cualquier cosa», no debo volverme esclavo de nada.
Ustedes dicen: «La comida se hizo para el estómago, y el estómago, para la comida». (Eso es cierto, aunque un dÃa Dios acabará con ambas cosas). Pero ustedes no pueden decir que nuestro cuerpo fue creado para la inmoralidad sexual. Fue creado para el Señor, y al Señor le importa nuestro cuerpo.
Y Dios nos levantará de los muertos con su poder, tal como levantó de los muertos a nuestro Señor.
¿No se dan cuenta de que sus cuerpos en realidad son miembros de Cristo? ¿Acaso un hombre deberÃa tomar su cuerpo, que es parte de Cristo, y unirlo a una prostituta? ¡Jamás!
¿Y no se dan cuenta de que, si un hombre se une a una prostituta, se hace un solo cuerpo con ella? Pues las Escrituras dicen: «Los dos se convierten en uno solo».
¡Huyan del pecado sexual! Ningún otro pecado afecta tanto el cuerpo como este, porque la inmoralidad sexual es un pecado contra el propio cuerpo.
¿No se dan cuenta de que su cuerpo es el templo del EspÃritu Santo, quien vive en ustedes y les fue dado por Dios? Ustedes no se pertenecen a sà mismos,
porque Dios los compró a un alto precio. Por lo tanto, honren a Dios con su cuerpo.