Lo hizo para que se cumpliera totalmente la exigencia justa de la ley a favor de nosotros, que ya no seguimos a nuestra naturaleza pecaminosa sino que seguimos al EspÃritu.
Los que están dominados por la naturaleza pecaminosa piensan en cosas pecaminosas, pero los que son controlados por el EspÃritu Santo piensan en las cosas que agradan al EspÃritu.
Por lo tanto, permitir que la naturaleza pecaminosa les controle la mente lleva a la muerte. Pero permitir que el EspÃritu les controle la mente lleva a la vida y a la paz.
Pues la naturaleza pecaminosa es enemiga de Dios siempre. Nunca obedeció las leyes de Dios y jamás lo hará.
Por eso, los que todavÃa viven bajo el dominio de la naturaleza pecaminosa nunca pueden agradar a Dios.
Y Cristo vive en ustedes; entonces, aunque el cuerpo morirá por causa del pecado, el EspÃritu les da vida, porque ustedes ya fueron declarados justos a los ojos de Dios.
Y el Padre, quien conoce cada corazón, sabe lo que el EspÃritu dice, porque el EspÃritu intercede por nosotros, los creyentes, en armonÃa con la voluntad de Dios.
Pues Dios conoció a los suyos de antemano y los eligió para que llegaran a ser como su Hijo, a fin de que su Hijo fuera el hijo mayor de muchos hermanos.
(Como dicen las Escrituras: «Por tu causa nos matan cada dÃa; nos tratan como a ovejas en el matadero»).
Claro que no, a pesar de todas estas cosas, nuestra victoria es absoluta por medio de Cristo, quien nos amó.
Y estoy convencido de que nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios.
Ningún poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la creación podrá jamás separarnos del amor de Dios, que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor.