«Sin embargo —algunos podrÃan decir—, nuestro pecado cumple un buen propósito porque muestra a otros lo justo que es Dios. ¿No es injusto, entonces, que Dios nos castigue?». (Este no es más que un punto de vista humano).
¡De ninguna manera! Si Dios no fuera completamente justo, ¿cómo tendrÃa autoridad para juzgar al mundo?
Algunos incluso nos difaman asegurando que nosotros decimos: «¡Cuanto más pecamos, mejor!». Los que dicen tales cosas merecen ser condenados.
Ahora bien, ¿llegamos a la conclusión de que los judÃos somos mejores que los demás? ¡Para nada! Tal como acabamos de demostrar, todos —sean judÃos o gentiles— están bajo el poder del pecado.
Como dicen las Escrituras: «No hay ni un solo justo,    ni siquiera uno.
Nadie es realmente sabio, Â Â Â nadie busca a Dios.
Todos se desviaron,    todos se volvieron inútiles. No hay ni uno que haga lo bueno,    ni uno solo».
«Lo que hablan es repugnante como el olor que sale de una tumba abierta.    Su lengua está llena de mentiras». «Veneno de serpientes gotea de sus labios».   Â
«Su boca está llena de maldición y amargura».
«Se apresuran a matar.   Â
Siempre hay sufrimiento y destrucción en sus caminos.
No saben dónde encontrar paz».   Â
«No tienen temor de Dios en absoluto».
Obviamente, la ley se aplica a quienes fue entregada, porque su propósito es evitar que la gente tenga excusas y demostrar que todo el mundo es culpable delante de Dios.
Pues nadie llegará jamás a ser justo ante Dios por hacer lo que la ley manda. La ley sencillamente nos muestra lo pecadores que somos.
Dios nos hace justos a sus ojos cuando ponemos nuestra fe en Jesucristo. Y eso es verdad para todo el que cree, sea quien fuere.
Pues todos hemos pecado; nadie puede alcanzar la meta gloriosa establecida por Dios.
Sin embargo, con una bondad que no merecemos, Dios nos declara justos por medio de Cristo Jesús, quien nos liberó del castigo de nuestros pecados.
Pues Dios ofreció a Jesús como el sacrificio por el pecado. Las personas son declaradas justas a los ojos de Dios cuando creen que Jesús sacrificó su vida al derramar su sangre. Ese sacrificio muestra que Dios actuó con justicia cuando se contuvo y no castigó a los que pecaron en el pasado,
¿Podemos, entonces, jactarnos de haber hecho algo para que Dios nos acepte? No, porque nuestra libertad de culpa y cargo no se basa en la obediencia a la ley. Está basada en la fe.
Asà que somos declarados justos a los ojos de Dios por medio de la fe y no por obedecer la ley.