Toda persona debe someterse a las autoridades de gobierno, pues toda autoridad proviene de Dios, y los que ocupan puestos de autoridad están allà colocados por Dios.
Por lo tanto, cualquiera que se rebele contra la autoridad se rebela contra lo que Dios ha instituido, y será castigado.
Pues las autoridades no infunden temor a los que hacen lo que está bien, sino en los que hacen lo que está mal. ¿Quieres vivir sin temor a las autoridades? Haz lo correcto, y ellas te honrarán.
Las autoridades están al servicio de Dios para tu bien; pero si estás haciendo algo malo, por supuesto que deberÃas tener miedo, porque ellas tienen poder para castigarte. Están al servicio de Dios para cumplir el propósito especÃfico de castigar a los que hacen lo malo.
Por eso tienes que someterte a ellas, no solo para evitar el castigo, sino para mantener tu conciencia limpia.
Ustedes den a cada uno lo que le deben: paguen los impuestos y demás aranceles a quien corresponda, y den respeto y honra a los que están en autoridad.
No deban nada a nadie, excepto el deber de amarse unos a otros. Si aman a su prójimo, cumplen con las exigencias de la ley de Dios.
Pues los mandamientos dicen: «No cometas adulterio. No mates. No robes. No codicies». Estos y otros mandamientos semejantes se resumen en uno solo: «Ama a tu prójimo como a ti mismo».
El amor no hace mal a otros, por eso el amor cumple con las exigencias de la ley de Dios.
La noche ya casi llega a su fin; el dÃa de la salvación amanecerá pronto. Por eso, dejen de lado sus actos oscuros como si se quitaran ropa sucia, y pónganse la armadura resplandeciente de la vida recta.
Ya que nosotros pertenecemos al dÃa, vivamos con decencia a la vista de todos. No participen en la oscuridad de las fiestas desenfrenadas y de las borracheras, ni vivan en promiscuidad sexual e inmoralidad, ni se metan en peleas, ni tengan envidia.
Más bien, vÃstanse con la presencia del Señor Jesucristo. Y no se permitan pensar en formas de complacer los malos deseos.