Mientras Pedro y Juan le hablaban a la gente, se vieron enfrentados por los sacerdotes, el capitán de la guardia del templo y algunos de los saduceos.
Estos lÃderes estaban sumamente molestos porque Pedro y Juan enseñaban a la gente que hay resurrección de los muertos por medio de Jesús.
Los arrestaron y, como ya era de noche, los metieron en la cárcel hasta la mañana siguiente.
Pero muchos de los que habÃan oÃdo el mensaje lo creyeron, asà que el número de creyentes ascendió a un total aproximado de cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños.
Pues es Jesús a quien se refieren las Escrituras cuando dicen: “La piedra que ustedes, los constructores, rechazaron    ahora se ha convertido en la piedra principalâ€.
»¡En ningún otro hay salvación! Dios no ha dado ningún otro nombre bajo el cielo, mediante el cual podamos ser salvos».
Nosotros no podemos dejar de hablar acerca de todo lo que hemos visto y oÃdo».
Entonces el Concilio los amenazó aún más, pero finalmente los dejaron ir porque no sabÃan cómo castigarlos sin desatar un disturbio. Pues todos alababan a Dios
por esa señal milagrosa, la sanidad de un hombre que habÃa estado lisiado por más de cuarenta años.
Tan pronto como quedaron libres, Pedro y Juan volvieron adonde estaban los demás creyentes y les contaron lo que los sacerdotes principales y los ancianos les habÃan dicho.
Cuando los creyentes oyeron las noticias, todos juntos alzaron sus voces en oración a Dios: «Oh Señor Soberano, Creador del cielo y de la tierra, del mar y de todo lo que hay en ellos,
Los reyes de la tierra se prepararon para la batalla,    los gobernantes se reunieron en contra del Señor    y en contra de su MesÃasâ€.
»De hecho, ¡eso ha ocurrido aquà en esta misma ciudad! Pues Herodes Antipas, el gobernador Poncio Pilato, los gentiles y el pueblo de Israel estaban todos unidos en contra de Jesús, tu santo siervo, a quien tú ungiste.
Sin embargo, todo lo que hicieron ya estaba determinado de antemano de acuerdo con tu voluntad.
Y ahora, oh Señor, escucha sus amenazas y danos a nosotros, tus siervos, mucho valor al predicar tu palabra.
Extiende tu mano con poder sanador; que se hagan señales milagrosas y maravillas por medio del nombre de tu santo siervo Jesús».
Todos los creyentes estaban unidos de corazón y en espÃritu. Consideraban que sus posesiones no eran propias, asà que compartÃan todo lo que tenÃan.
Los apóstoles daban testimonio con poder de la resurrección del Señor Jesús y la gran bendición de Dios estaba sobre todos ellos.
No habÃa necesitados entre ellos, porque los que tenÃan terrenos o casas los vendÃan
y llevaban el dinero a los apóstoles para que ellos lo dieran a los que pasaban necesidad.