Cierta tarde, Pedro y Juan fueron al templo para participar en el servicio de oración de las tres de la tarde.
Mientras se acercaban al templo, llevaban cargando a un hombre cojo de nacimiento. Todos los dÃas lo ponÃan junto a la puerta del templo, la que se llama Hermosa, para que pidiera limosna a la gente que entraba.
Cuando el hombre vio que Pedro y Juan estaban por entrar, les pidió dinero.
Pedro y Juan lo miraron fijamente, y Pedro le dijo: «¡MÃranos!».
El hombre lisiado los miró ansiosamente, esperando recibir un poco de dinero,
Entonces Pedro tomó al hombre lisiado de la mano derecha y lo ayudó a levantarse. Y, mientras lo hacÃa, al instante los pies y los tobillos del hombre fueron sanados y fortalecidos.
¡Se levantó de un salto, se puso de pie y comenzó a caminar! Luego entró en el templo con ellos caminando, saltando y alabando a Dios.
Toda la gente lo vio caminar y lo oyó adorar a Dios.
Pues es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob —el Dios de todos nuestros antepasados— quien dio gloria a su siervo Jesús al hacer este milagro. Es el mismo Jesús a quien ustedes rechazaron y entregaron a Pilato, a pesar de que Pilato habÃa decidido ponerlo en libertad.
Ustedes rechazaron a ese santo y justo y, en su lugar, exigieron que soltaran a un asesino.
Ustedes mataron al autor de la vida, pero Dios lo levantó de los muertos. ¡Y nosotros somos testigos de ese hecho!
»Comenzando con Samuel, cada profeta habló acerca de lo que sucede hoy en dÃa.
Ustedes son los hijos de esos profetas y están incluidos en el pacto que Dios les prometió a sus antepasados. Pues Dios le dijo a Abraham: “Todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de tus descendientesâ€.
Cuando Dios resucitó a su siervo, Jesús, lo envió primero a ustedes, pueblo de Israel, para bendecirlos al hacer que cada uno se aparte de sus caminos pecaminosos».