La noche antes de ser sometido a juicio, Pedro dormÃa sujetado con dos cadenas entre dos soldados. Otros hacÃan guardia junto a la puerta de la prisión.
De repente, una luz intensa iluminó la celda y un ángel del Señor se puso frente a Pedro. El ángel lo golpeó en el costado para despertarlo y le dijo: «¡Rápido! ¡Levántate!». Y las cadenas cayeron de sus muñecas.
Asà que Pedro salió de la celda y siguió al ángel, pero todo el tiempo pensaba que era una visión; no se daba cuenta de que en verdad eso estaba sucediendo.
Pasaron el primer puesto de guardia y luego el segundo y llegaron a la puerta de hierro que lleva a la ciudad, y esta puerta se abrió por sà sola frente a ellos. De esta manera cruzaron la puerta y empezaron a caminar por la calle, y de pronto el ángel lo dejó.
Finalmente Pedro volvió en sÃ. «¡De veras es cierto! —dijo—. ¡El Señor envió a su ángel y me salvó de Herodes y de lo que los lÃderes judÃos tenÃan pensado hacerme!».
Cuando se dio cuenta de esto, fue a la casa de MarÃa, la madre de Juan Marcos, donde muchos se habÃan reunido para orar.
Tocó a la puerta de entrada, y una sirvienta llamada Rode fue a abrir.
Cuando ella reconoció la voz de Pedro, se alegró tanto que, en lugar de abrir la puerta, corrió hacia adentro y les dijo a todos:—¡Pedro está a la puerta!
—¡Estás loca! —le dijeron.Como ella insistÃa, llegaron a la conclusión: «Debe ser su ángel».
Mientras tanto, Pedro seguÃa tocando. Cuando por fin abrieron la puerta y lo vieron, quedaron asombrados.
y asà se les concedió una cita con Herodes. Cuando llegó el dÃa, Herodes se puso sus vestiduras reales, se sentó en su trono y les dio un discurso.
El pueblo le dio una gran ovación, gritando: «¡Es la voz de un dios, no la de un hombre!».