Cerca de allà habÃa seis tinajas de piedra, que se usaban para el lavado ceremonial de los judÃos. Cada tinaja tenÃa una capacidad de entre setenta y cinco a ciento trece litros.
Jesús les dijo a los sirvientes: «Llenen las tinajas con agua». Una vez que las tinajas estuvieron llenas,
Cuando el maestro de ceremonias probó el agua que ahora era vino, sin saber de dónde provenÃa (aunque, por supuesto, los sirvientes sà lo sabÃan), mandó a llamar al novio.
«Un anfitrión siempre sirve el mejor vino primero —le dijo—, y una vez que todos han bebido bastante, comienza a ofrecer el vino más barato. ¡Pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora!».
Vio que en la zona del templo habÃa unos comerciantes que vendÃan ganado, ovejas y palomas para los sacrificios; vio a otros que estaban en sus mesas cambiando dinero extranjero.
Jesús se hizo un látigo con unas cuerdas y expulsó a todos del templo. Echó las ovejas y el ganado, arrojó por el suelo las monedas de los cambistas y les volteó las mesas.
Luego se dirigió a los que vendÃan palomas y les dijo: «Saquen todas esas cosas de aquÃ. ¡Dejen de convertir la casa de mi Padre en un mercado!».
Entonces sus discÃpulos recordaron la profecÃa de las Escrituras que dice: «El celo por la casa de Dios me consumirá».