Have not I commanded thee? Be strong and of a good courage; be not afraid, neither be thou dismayed: for the LORD thy God is with thee whithersoever thou goest.
Entonces Satanás entró en Judas Iscariote, uno de los doce discÃpulos,
quien fue a ver a los principales sacerdotes y a los capitanes de la guardia del templo para hablar con ellos sobre la mejor manera de traicionar a Jesús.
Ellos quedaron complacidos y prometieron darle dinero.
Judas aceptó y comenzó a buscar una oportunidad para traicionar a Jesús de modo que ellos pudieran arrestarlo cuando las multitudes no estuvieran rodeándolo.
Llegó el Festival de los Panes sin Levadura, cuando se sacrifica el cordero de la Pascua.
Jesús mandó que Pedro y Juan se adelantaran y les dijo:—Vayan y preparen la cena de Pascua, para que podamos comerla juntos.
—¿Dónde quieres que la preparemos? —le preguntaron.
Jesús les dijo: «En este mundo, los reyes y los grandes hombres tratan a su pueblo con prepotencia; sin embargo, son llamados “amigos del puebloâ€.
Pero entre ustedes será diferente. El más importante de ustedes deberá tomar el puesto más bajo, y el lÃder debe ser como un sirviente.
—Pero ahora —les dijo—, tomen su dinero y un bolso de viaje; y si no tienen espada, ¡vendan su manto y compren una!
Pues ha llegado el tiempo en que se cumpla la siguiente profecÃa acerca de mÃ: “Fue contado entre los rebeldesâ€. Asà es, todo lo que los profetas escribieron acerca de mà se cumplirá.
—Mira Señor —le respondieron—, contamos con dos espadas entre nosotros.—Es suficiente —les dijo.
Luego, acompañado por sus discÃpulos, Jesús salió del cuarto en el piso de arriba y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos.
Allà les dijo: «Oren para que no cedan a la tentación».
Se alejó a una distancia como de un tiro de piedra, se arrodilló y oró:
«Padre, si quieres, te pido que quites esta copa de sufrimiento de mÃ. Sin embargo, quiero que se haga tu voluntad, no la mÃa».
Entonces apareció un ángel del cielo y lo fortaleció.
Oró con más fervor, y estaba en tal agonÃa de espÃritu que su sudor caÃa a tierra como grandes gotas de sangre.
Finalmente se puso de pie y regresó adonde estaban sus discÃpulos, pero los encontró dormidos, exhaustos por la tristeza.
Mientras Jesús hablaba, se acercó una multitud, liderada por Judas, uno de los doce discÃpulos. Judas caminó hacia Jesús para saludarlo con un beso.
Entonces Jesús le dijo: «Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del Hombre?».
Cuando los otros discÃpulos vieron lo que estaba por suceder, exclamaron: «Señor, ¿peleamos? ¡Trajimos las espadas!».
Y uno de ellos hirió al esclavo del sumo sacerdote cortándole la oreja derecha.
Pero Jesús dijo: «Basta». Y tocó la oreja del hombre y lo sanó.
Entonces Jesús habló a los principales sacerdotes, a los capitanes de la guardia del templo y a los ancianos, que habÃan venido a buscarlo. «¿Acaso soy un peligroso revolucionario, para que vengan con espadas y palos para arrestarme? —les preguntó—.
En ese momento, el Señor se volvió y miró a Pedro. De repente, las palabras del Señor pasaron rápidamente por la mente de Pedro: «Mañana por la mañana, antes de que cante el gallo, negarás tres veces que me conoces».
Al amanecer, todos los ancianos del pueblo se reunieron, incluidos los principales sacerdotes y los maestros de la ley religiosa. Llevaron a Jesús ante el Concilio Supremo
y le dijeron:—Dinos, ¿eres tú el MesÃas?Él les respondió:—Si lo dijera, no me creerÃan;
y si yo les hiciera una pregunta, ustedes no me la contestarÃan.
Sin embargo, desde ahora, el Hijo del Hombre estará sentado en el lugar de poder, a la derecha de Dios.