MarÃa dio a luz a su primer hijo, un varón. Lo envolvió en tiras de tela y lo acostó en un pesebre, porque no habÃa alojamiento disponible para ellos.
Esa noche habÃa unos pastores en los campos cercanos, que estaban cuidando sus rebaños de ovejas.
De repente, apareció entre ellos un ángel del Señor, y el resplandor de la gloria del Señor los rodeó. Los pastores estaban aterrados,
pero el ángel los tranquilizó. «No tengan miedo —dijo—. Les traigo buenas noticias que darán gran alegrÃa a toda la gente.
Todos los que escucharon el relato de los pastores quedaron asombrados,
pero MarÃa guardaba todas estas cosas en el corazón y pensaba en ellas con frecuencia.
Los pastores regresaron a sus rebaños, glorificando y alabando a Dios por lo que habÃan visto y oÃdo. Todo sucedió tal como el ángel les habÃa dicho.