De la misma manera, ¡hay más alegrÃa en el cielo por un pecador perdido que se arrepiente y regresa a Dios que por noventa y nueve justos que no se extraviaron!
»O supongamos que una mujer tiene diez monedas de plata y pierde una. ¿No encenderá una lámpara y barrerá toda la casa y buscará con cuidado hasta que la encuentre?
De la misma manera, hay alegrÃa en presencia de los ángeles de Dios cuando un solo pecador se arrepiente».
Para ilustrar mejor esa enseñanza, Jesús les contó la siguiente historia: «Un hombre tenÃa dos hijos.
El hijo menor le dijo al padre: “Quiero la parte de mi herencia ahora, antes de que muerasâ€. Entonces el padre accedió a dividir sus bienes entre sus dos hijos.
Convenció a un agricultor local de que lo contratara, y el hombre lo envió al campo para que diera de comer a sus cerdos.
El joven llegó a tener tanta hambre que hasta las algarrobas con las que alimentaba a los cerdos le parecÃan buenas para comer, pero nadie le dio nada.
Ya no soy digno de que me llamen tu hijo. Te ruego que me contrates como jornalero’â€.
»Entonces regresó a la casa de su padre, y cuando todavÃa estaba lejos, su padre lo vio llegar. Lleno de amor y de compasión, corrió hacia su hijo, lo abrazó y lo besó.
Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de que me llamen tu hijoâ€.
»Sin embargo, su padre dijo a los sirvientes: “Rápido, traigan la mejor túnica que haya en la casa y vÃstanlo. Consigan un anillo para su dedo y sandalias para sus pies.
Maten el ternero que hemos engordado. Tenemos que celebrar con un banquete,
porque este hijo mÃo estaba muerto y ahora ha vuelto a la vida; estaba perdido y ahora ha sido encontradoâ€. Entonces comenzó la fiesta.
»Mientras tanto, el hijo mayor estaba trabajando en el campo. Cuando regresó, oyó el sonido de música y baile en la casa,