Jesús salió de esa región y regresó con sus discÃpulos a Nazaret, su pueblo.
El siguiente dÃa de descanso, comenzó a enseñar en la sinagoga, y muchos de los que lo oÃan quedaban asombrados. Preguntaban: «¿De dónde sacó toda esa sabidurÃa y el poder para realizar semejantes milagros?».
Pero si en algún lugar se niegan a recibirlos o a escucharlos, sacúdanse el polvo de los pies al salir para mostrar que abandonan a esas personas a su suerte».
Entonces los discÃpulos salieron y decÃan a todos que se arrepintieran de sus pecados y volvieran a Dios.
Pues Herodes habÃa enviado soldados para arrestar y encarcelar a Juan para hacerle un favor a HerodÃas. Él se casó con ella a pesar de que era esposa de su hermano, Felipe.
Juan le habÃa estado diciendo a Herodes: «Es contra la ley de Dios que te cases con la esposa de tu hermano».
Por eso HerodÃas le guardaba rencor a Juan y querÃa matarlo; pero sin el visto bueno de Herodes, ella no podÃa hacer nada,
porque Herodes respetaba a Juan y lo protegÃa porque sabÃa que era un hombre bueno y santo. Herodes se inquietaba mucho siempre que hablaba con Juan, pero aun asà le gustaba escucharlo.
Asà que la muchacha regresó de prisa y le dijo al rey:—¡Quiero ahora mismo la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja!
Entonces el rey se arrepintió profundamente de lo que habÃa dicho, pero debido a los juramentos que habÃa hecho delante de sus invitados, no le podÃa negar lo que pedÃa.
Asà que envió de inmediato a un verdugo a la prisión para que le cortara la cabeza a Juan y luego se la trajera. El soldado decapitó a Juan en la prisión,
trajo su cabeza en una bandeja y se la dio a la muchacha, quien se la llevó a su madre.
Cuando los discÃpulos de Juan oyeron lo que habÃa sucedido, fueron a buscar el cuerpo y lo pusieron en una tumba.
Los apóstoles regresaron de su viaje y le contaron a Jesús todo lo que habÃan hecho y enseñado.
Entonces Jesús les dijo: «Vayamos solos a un lugar tranquilo para descansar un rato». Lo dijo porque habÃa tanta gente que iba y venÃa que Jesús y sus apóstoles no tenÃan tiempo ni para comer.
Asà que salieron en la barca a un lugar tranquilo, donde pudieran estar a solas;
pero muchos los reconocieron y los vieron salir, y gente de muchos pueblos corrió a lo largo de la orilla y llegó antes que ellos.
Cuando Jesús salió de la barca, vio a la gran multitud y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastor. Entonces comenzó a enseñarles muchas cosas.
Al atardecer, los discÃpulos se le acercaron y le dijeron:—Este es un lugar alejado y ya se está haciendo tarde.
Despide a las multitudes para que puedan ir a las granjas y aldeas cercanas a comprar algo de comer.
Muy tarde esa misma noche, los discÃpulos estaban en la barca en medio del lago y Jesús estaba en tierra, solo.
Jesús vio que ellos se encontraban en serios problemas, pues remaban con mucha fuerza y luchaban contra el viento y las olas. A eso de las tres de la madrugada, Jesús se acercó a ellos caminando sobre el agua. Su intención era pasarlos de largo,
pero cuando los discÃpulos lo vieron caminar sobre el agua, gritaron de terror pues pensaron que era un fantasma.
Todos quedaron aterrados al verlo.Pero Jesús les habló de inmediato: «¡Tengan ánimo! ¡Yo estoy aquÃ! ¡No tengan miedo!».
Entonces subió a la barca, y el viento se detuvo. Ellos estaban totalmente asombrados
porque todavÃa no entendÃan el significado del milagro de los panes. TenÃan el corazón demasiado endurecido para comprenderlo.
Por donde iba —fueran aldeas, ciudades o granjas— le llevaban enfermos a las plazas. Le suplicaban que permitiera a los enfermos tocar al menos el fleco de su túnica, y todos los que tocaban a Jesús eran sanados.