«Vayan a la aldea que está allà —les dijo—. En cuanto entren, verán un burrito atado, que nadie ha montado jamás. Desátenlo y tráiganlo aquÃ.
Jesús estaba en el centro de la procesión, y la gente que lo rodeaba gritaba: «¡Alaben a Dios!    ¡Bendiciones al que viene en el nombre del Señor!
¡Bendiciones al reino que viene, el reino de nuestro antepasado David!    ¡Alaben a Dios en el cielo más alto!».
A la mañana siguiente, cuando salÃan de Betania, Jesús tuvo hambre.
Vio que a cierta distancia habÃa una higuera frondosa, asà que se acercó para ver si encontraba higos; pero solo tenÃa hojas porque aún no habÃa comenzado la temporada de los higos.
Entonces Jesús dijo al árbol: «¡Que nadie jamás vuelva a comer tu fruto!». Y los discÃpulos lo oyeron.
y les prohibió a todos que usaran el templo como un mercado.
Les dijo: «Las Escrituras declaran: “Mi templo será llamado casa de oración para todas las nacionesâ€, pero ustedes lo han convertido en una cueva de ladrones».
Cuando los principales sacerdotes y los maestros de la ley religiosa oyeron lo que Jesús habÃa hecho, comenzaron a planificar cómo matarlo; pero tenÃan miedo de Jesús, porque la gente estaba asombrada de su enseñanza.
Esa tarde Jesús y los discÃpulos salieron de la ciudad.