Cuando el banquete estuvo listo, el rey envió a sus sirvientes para llamar a los invitados. ¡Pero todos se negaron a asistir!
»Entonces envió a otros sirvientes a decirles: “La fiesta está preparada. Se han matado los toros y las reses engordadas, y todo está listo. ¡Vengan al banquete!â€.
Pero las personas a quienes habÃa invitado no hicieron caso y siguieron su camino: uno se fue a su granja y otro a su negocio.
Otros agarraron a los mensajeros, los insultaron y los mataron.
Ahora salgan a las esquinas de las calles e inviten a todos los que veanâ€.
Entonces los sirvientes llevaron a todos los que pudieron encontrar, tanto buenos como malos, y la sala del banquete se llenó de invitados.
»Cuando el rey entró para recibir a los invitados, notó que habÃa un hombre que no estaba vestido apropiadamente para una boda.
“Amigo —le preguntó—, ¿cómo es que estás aquà sin ropa de bodas?â€. Pero el hombre no tuvo respuesta.
Entonces el rey dijo a sus asistentes: “Ãtenlo de pies y manos y arrójenlo a la oscuridad de afuera, donde habrá llanto y rechinar de dientesâ€.
»Pues muchos son los llamados, pero pocos los elegidos».
Entonces los fariseos se juntaron para tramar cómo hacer que Jesús cayera en la trampa de decir algo por lo cual pudiera ser arrestado.
Enviaron a algunos de sus discÃpulos, junto con los partidarios de Herodes, a buscarlo.—Maestro —dijeron—, sabemos lo honesto que eres. Enseñas con verdad el camino de Dios. Eres imparcial y no tienes favoritismos.