Mientras los hombres observaban, la apariencia de Jesús se transformó a tal punto que la cara le brillaba como el sol y su ropa se volvió tan blanca como la luz.
Mientras descendÃan de la montaña, Jesús les ordenó: «No le cuenten a nadie lo que han visto hasta que el Hijo del Hombre se haya levantado de los muertos».
Luego, cuando volvieron a reunirse en Galilea, Jesús les dijo: «El Hijo del Hombre será traicionado y entregado en manos de sus enemigos.
Lo matarán, pero al tercer dÃa se levantará de los muertos». Y los discÃpulos se llenaron de profundo dolor.
Cuando llegaron a Capernaúm, los cobradores del impuesto del templo se acercaron a Pedro y le preguntaron:—¿Tu maestro no paga el impuesto del templo?
—Se los cobran a los que han conquistado —contestó Pedro.—Muy bien —dijo Jesús—, entonces, ¡los ciudadanos quedan exentos!
Sin embargo, no queremos que se ofendan, asà que desciende al lago y echa el anzuelo. Abre la boca del primer pez que saques y allà encontrarás una gran moneda de plata. Tómala y paga mi impuesto y el tuyo.