entonces le prometió con un juramento que le darÃa cualquier cosa que ella quisiera.
Presionada por su madre, la joven dijo: «Quiero en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».
Entonces el rey se arrepintió de lo que habÃa dicho; pero debido al juramento que habÃa hecho delante de sus invitados, dio las órdenes necesarias.
Asà fue que decapitaron a Juan en la prisión,
trajeron su cabeza en una bandeja y se la dieron a la joven, quien se la llevó a su madre.
En cuanto Jesús escuchó la noticia, salió en una barca a un lugar alejado para estar a solas; pero las multitudes oyeron hacia dónde se dirigÃa y lo siguieron a pie desde muchas ciudades.
Cuando Jesús bajó de la barca, vio a la gran multitud, tuvo compasión de ellos y sanó a los enfermos.
Esa tarde, los discÃpulos se le acercaron y le dijeron:—Este es un lugar alejado y ya se está haciendo tarde. Despide a las multitudes para que puedan ir a las aldeas a comprarse comida.
Jesús les dijo:—Eso no es necesario; denles ustedes de comer.
—¡Pero lo único que tenemos son cinco panes y dos pescados! —le respondieron.
Mientras tanto, los discÃpulos se encontraban en problemas lejos de tierra firme, ya que se habÃa levantado un fuerte viento y luchaban contra grandes olas.
A eso de las tres de la madrugada, Jesús se acercó a ellos caminando sobre el agua.
Cuando los discÃpulos lo vieron caminar sobre el agua, quedaron aterrados. Llenos de miedo, clamaron: «¡Es un fantasma!».
Pero Jesús les habló de inmediato: —No tengan miedo —dijo—. ¡Tengan ánimo! ¡Yo estoy aquÃ!
Cuando la gente reconoció a Jesús, la noticia de su llegada corrió rápidamente por toda la región, y pronto la gente llevó a todos los enfermos para que fueran sanados.
Le suplicaban que permitiera a los enfermos tocar al menos el fleco de su túnica, y todos los que tocaban a Jesús eran sanados.