—A ustedes se les permite entender los secretos del reino del cielo —les contestó—, pero a otros no.
A los que escuchan mis enseñanzas se les dará más comprensión, y tendrán conocimiento en abundancia; pero a los que no escuchan se les quitará aun lo poco que entiendan.
Por eso uso estas parábolas: Pues ellos miran, pero en realidad no ven.    Oyen, pero en realidad no escuchan ni entienden.
»De esa forma, se cumple la profecÃa de IsaÃas que dice: “Cuando ustedes oigan lo que digo,    no entenderán. Cuando vean lo que hago,    no comprenderán.
Pues el corazón de este pueblo está endurecido,    y sus oÃdos no pueden oÃr, y han cerrado los ojos,    asà que sus ojos no pueden ver, y sus oÃdos no pueden oÃr,    y sus corazones no pueden entender, y no pueden volver a mà    para que yo los saneâ€.
»Pero benditos son los ojos de ustedes, porque ven; y sus oÃdos, porque oyen.
Les digo la verdad, muchos profetas y muchas personas justas anhelaron ver lo que ustedes ven, pero no lo vieron; y anhelaron oÃr lo que ustedes oyen, pero no lo oyeron.
»Escuchen ahora la explicación de la parábola acerca del agricultor que salió a sembrar:
Las semillas que cayeron en el camino representan a los que oyen el mensaje del reino y no lo entienden. Entonces viene el maligno y arrebata la semilla que fue sembrada en el corazón.
Las semillas sobre la tierra rocosa representan a los que oyen el mensaje y de inmediato lo reciben con alegrÃa;
pero, como no tienen raÃces profundas, no duran mucho. En cuanto tienen problemas o son perseguidos por creer la palabra de Dios, caen.
Las semillas que cayeron entre los espinos representan a los que oyen la palabra de Dios, pero muy pronto el mensaje queda desplazado por las preocupaciones de esta vida y el atractivo de la riqueza, asà que no se produce ningún fruto.
Las semillas que cayeron en la buena tierra representan a los que de verdad oyen y entienden la palabra de Dios, ¡y producen una cosecha treinta, sesenta y hasta cien veces más numerosa de lo que se habÃa sembrado!
La siguiente es otra historia que contó Jesús: «El reino del cielo es como un agricultor que sembró buena semilla en su campo.
Pero aquella noche, mientras los trabajadores dormÃan, vino su enemigo, sembró hierbas malas entre el trigo y se escabulló.
La siguiente es otra ilustración que usó Jesús: «El reino del cielo es como una semilla de mostaza sembrada en un campo.
Es la más pequeña de todas las semillas, pero se convierte en la planta más grande del huerto; crece hasta llegar a ser un árbol y vienen los pájaros y hacen nidos en las ramas».
Luego, Jesús dejó a las multitudes afuera y entró en la casa. Sus discÃpulos le dijeron:—Por favor, explÃcanos la historia de la maleza en el campo.
Jesús respondió:—El Hijo del Hombre es el agricultor que siembra la buena semilla.
El campo es el mundo, y la buena semilla representa a la gente del reino. La maleza representa a las personas que pertenecen al maligno.
El enemigo que sembró la maleza entre el trigo es el diablo. La cosecha es el fin del mundo, y los cosechadores son los ángeles.
»Tal como se separa la maleza y se quema en el fuego, asà será en el fin del mundo.
El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y ellos quitarán del reino todo lo que produzca pecado y a todos aquellos que hagan lo malo.
Y los ángeles los arrojarán al horno ardiente, donde habrá llanto y rechinar de dientes.
Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. ¡Todo el que tenga oÃdos para oÃr, que escuche y entienda!
»El reino del cielo es como un tesoro escondido que un hombre descubrió en un campo. En medio de su entusiasmo, lo escondió nuevamente y vendió todas sus posesiones a fin de juntar el dinero suficiente para comprar el campo.
»Además el reino del cielo es como un comerciante en busca de perlas de primera calidad.
Cuando descubrió una perla de gran valor, vendió todas sus posesiones y la compró.
Cuando la red se llenó, los pescadores la arrastraron a la orilla, se sentaron y agruparon los peces buenos en cajas, pero desecharon los que no servÃan.
Asà será en el fin del mundo. Los ángeles vendrán y separarán a los perversos de los justos,
y arrojarán a los malos en el horno ardiente, donde habrá llanto y rechinar de dientes.
¿Entienden todas estas cosas?—Sà —le dijeron—, las entendemos.
Entonces añadió:—Todo maestro de la ley religiosa que se convierte en un discÃpulo del reino del cielo es como el propietario de una casa, que trae de su depósito joyas de la verdad tanto nuevas como viejas.
Cuando Jesús terminó de contar esas historias e ilustraciones, salió de esa región.
Regresó a Nazaret, su pueblo. Cuando enseñó allà en la sinagoga, todos quedaron asombrados, y decÃan: «¿De dónde saca esa sabidurÃa y el poder para hacer milagros?».