Esta oración fue entonada por el profeta Habacuc:
«He oÃdo todo acerca de ti, Señor.    Estoy maravillado por tus hechos asombrosos. En este momento de profunda necesidad,    ayúdanos otra vez como lo hiciste en el pasado. Y en tu enojo,    recuerda tu misericordia.
»¡Veo a Dios cruzando el desierto de Edom,    el Santo viene desde el monte Parán! Su brillante esplendor llena los cielos    y la tierra se llena de su alabanza.
Su llegada es tan radiante como la salida del sol.    Rayos de luz salen de sus manos    donde se esconde su imponente poder.
Veo al pueblo de Cusán en angustia    y a la nación de Madián temblando de terror.
»¿Estabas enojado, Señor, cuando golpeaste los rÃos    y dividiste el mar? ¿Estabas disgustado con ellos?    ¡No! ¡Enviabas tus carros de salvación!
Blandiste tu arco    y tu aljaba de flechas.    Partiste la tierra con caudalosos rÃos.
Las montañas observaron y temblaron.    Avanzaron las tempestuosas aguas. Las profundidades del mar rugieron    levantando sus manos al Señor.
El sol y la luna se detuvieron en el cielo    cuando volaron tus radiantes flechas    y brilló tu deslumbrante lanza.
Saliste a rescatar a tu pueblo elegido,    a salvar a tus ungidos. Aplastaste las cabezas de los perversos    y descarnaste sus huesos de pies a cabeza.
Con sus propias armas    destruiste al jefe de los que se lanzaron como un torbellino,    pensando que Israel serÃa presa fácil.
Pisoteaste el mar con tus caballos    y las potentes aguas se amontonaron.
¡El Señor Soberano es mi fuerza!    Él me da pie firme como al venado,    capaz de pisar sobre las alturas».(Para el director del coro: esta oración se acompaña con instrumentos de cuerda).