Luego tomó la grasa del toro y del carnero —la grasa de la cola gorda y de la que rodea las vÃsceras— junto con los riñones y el lóbulo largo del hÃgado.
Puso estas porciones de grasa encima del pecho de estos animales y las quemó en el altar.
Un fuego ardiente salió de la presencia del Señor y consumió la ofrenda quemada y la grasa que estaba sobre el altar. Cuando los israelitas lo vieron, gritaron de alegrÃa y se postraron rostro en tierra.