»Yo quiero sanar a Israel, pero sus pecados son demasiado grandes.    Samaria está llena de mentirosos. ¡Hay ladrones adentro    y bandidos afuera!
La gente no se da cuenta    de que los estoy mirando. Están cercados por sus acciones pecaminosas    y yo las veo todas.
»El pueblo entretiene al rey con sus perversidades    y los prÃncipes se rÃen de todas las mentiras del pueblo.
Son todos adúlteros,    siempre ardiendo con pasión. Son como un horno que se mantiene caliente    mientras el panadero prepara la masa.
Durante una fiesta del rey, los prÃncipes se emborrachan con vino, Â Â Â y se entregan a la juerga con los que se burlan de ellos.
Sus corazones son como un horno    recalentado con intriga. Sus maquinaciones humean durante la noche    y por la mañana estallan en un incendio violento.
Como un horno ardiente,    consumen a sus lÃderes. Matan a sus reyes uno tras otro,    y nadie clama a mà en busca de ayuda.
»El pueblo de Israel se mezcla con paganos de otras naciones,    ¡y se vuelven tan inútiles como un pastel a medio cocer!
En lugar de invocarme con corazón sincero    se quedan sentados en sus sillones y se lamentan. Se hacen cortaduras en el cuerpo y suplican grano y vino nuevo a dioses ajenos    y se alejan de mÃ.
Miran en todas partes menos al AltÃsimo.    Son tan inútiles como un arco torcido. Sus lÃderes morirán a manos de sus enemigos    a causa de su insolencia hacia mÃ. Entonces el pueblo de Egipto    se reirá de ellos.