Vi una figura con apariencia de hombre. De lo que parecÃa ser su cintura para abajo, parecÃa una llama encendida. De la cintura para arriba, tenÃa aspecto de ámbar reluciente.
«Hijo de hombre —me dijo—, ¿ves lo que hacen? ¿Ves los pecados detestables que cometen los israelitas para sacarme de mi templo? ¡Pero ven y verás pecados aún más detestables que estos!».
Luego me llevó a la puerta del atrio del templo, donde pude ver un hueco en el muro.
Allà habÃa de pie setenta lÃderes de Israel y en el centro estaba JaazanÃas, hijo de Safán. Todos tenÃan en la mano un recipiente para quemar incienso y de cada recipiente se elevaba una nube de incienso por encima de sus cabezas.
Entonces me llevó al atrio interior del templo del Señor. En la entrada del santuario, entre la antesala y el altar de bronce, habÃa unos veinticinco hombres de espaldas al santuario del Señor. ¡Estaban inclinados hacia el oriente, rindiendo culto al sol!
«¿Ves esto, hijo de hombre? —me preguntó—. ¿No le importa nada al pueblo de Judá cometer estos pecados detestables con los cuales llevan a la nación a la violencia y se burlan de mà y provocan mi enojo?