»Luego Aholá sintió deseos sensuales por otros amantes y no por mÃ, asà que entregó su amor a los oficiales asirios.
Eran todos jóvenes atractivos: capitanes y comandantes hermosamente vestidos de azul que conducÃan los carros de guerra.
Asà que se prostituyó con los hombres más deseables de Asiria, rindiendo culto a sus Ãdolos y contaminándose.
Cuando salió de Egipto, no abandonó la prostitución sino que continuó tan depravada como en su juventud, cuando los egipcios se acostaban con ella, le manoseaban los senos y la tenÃan como prostituta.
»Sin embargo, Aholibá siguió los mismos pasos, a pesar de que vio todo lo que le habÃa ocurrido a su hermana Aholá. Se corrompió todavÃa más y se entregó por completo a sus pasiones sexuales y a la prostitución.
Aduló a todos los oficiales asirios, esos capitanes y comandantes con hermosos uniformes, esos jóvenes que conducÃan carros de guerra, todos apuestos y deseables.
»Luego llevó su prostitución a tal extremo que se enamoró de imágenes pintadas en un muro, imágenes de oficiales militares babilonios con llamativos uniformes rojos,
que portaban magnÃficos cinturones y sobre la cabeza turbantes grandes y distinguidos. Estaban vestidos como oficiales de carros de guerra de la tierra de Babilonia.
Cuando ella vio esas imágenes, anheló entregarse a ellos y envió mensajeros a Babilonia para invitarlos a que la visitaran.
Pues los babilonios vendrán con todos los caldeos de Pecod, de Soa y de Coa. Junto con ellos llegarán todos los asirios, esos jóvenes y apuestos capitanes, comandantes, oficiales de carros de guerra y demás oficiales de alto rango, cada uno montado a caballo.
Te tratarán con odio, te robarán todo lo que tienes y te dejarán completamente desnuda. Tu vergonzosa prostitución quedará a la vista de todo el mundo.
Tú misma te provocaste todo esto al prostituirte con otras naciones y contaminarte con todos sus Ãdolos.
»SÃ, esto dice el Señor Soberano: »Beberás de la copa de terror de tu hermana,    una copa grande y profunda, que está llena hasta el borde    de burla y de desprecio.
Te llenarás de borrachera y angustia,    pues tu copa rebosa de aflicción y desolación;    es la misma copa que bebió tu hermana, Samaria.
Beberás toda esa copa de terror    hasta la última gota. Luego la romperás en pedazos    y te golpearás el pecho en señal de angustia.    ¡Yo, el Señor Soberano, he hablado!
»Y porque te olvidaste de mà y me diste la espalda, esto dice el Señor Soberano: tendrás que sufrir las consecuencias de toda tu lascivia y de tu prostitución».
El Señor me dijo: «Hijo de hombre, debes acusar a Aholá y Aholibá de todos sus pecados detestables.
Ellas han cometido adulterio y homicidio: adulterio al rendir culto a Ãdolos y homicidio al quemar en sacrificio a los hijos que me habÃan dado.
¡Además, contaminaron mi templo y profanaron mi dÃa de descanso!
¡El mismo dÃa que ofrecieron a sus hijos en sacrificio a Ãdolos, se atrevieron a venir a mi templo para adorar! Entraron y contaminaron mi casa.
»Ustedes, hermanas, enviaron mensajeros a tierras lejanas para conseguir hombres. Cuando ellos llegaron, ustedes se bañaron, se pintaron los párpados y se pusieron sus mejores joyas para recibirlos.
Se sentaron junto a ellos en un sofá con hermosos bordados y pusieron mi incienso y mi aceite especial sobre una mesa servida ante ustedes.
Desde su habitación llegaba el ruido de muchos hombres en plena juerga. Eran hombres lujuriosos y borrachos provenientes del desierto, que les pusieron brazaletes en las muñecas y hermosas coronas sobre la cabeza.
Entonces dije: “Si realmente quieren tener sexo con prostitutas viejas y estropeadas como estas, ¡que lo hagan!â€.
Y eso fue lo que hicieron. Tuvieron sexo con Aholá y Aholibá, esas prostitutas desvergonzadas.
Sin embargo, gente recta juzgará a esas ciudades hermanas por lo que verdaderamente son: adúlteras y asesinas.
Ustedes recibirán su merecido por su prostitución: por rendir culto a Ãdolos. Asà es, recibirán todo el castigo. Entonces sabrán que yo soy el Señor Soberano».