«Hijo de hombre —me dijo—, te envÃo a la nación de Israel, un pueblo desobediente que se ha rebelado contra mÃ. Ellos y sus antepasados se han puesto en mi contra hasta el dÃa de hoy.
Son un pueblo terco y duro de corazón. Ahora te envÃo a decirles: “¡Esto dice el Señor Soberano!â€.
Ya sea que te escuchen o se nieguen a escuchar —pues recuerda que son rebeldes—, al menos sabrán que han tenido un profeta entre ellos.
»Hijo de hombre, no tengas miedo ni de ellos ni de sus palabras. No temas aunque sus amenazas te rodeen como ortigas, zarzas y escorpiones venenosos. No te desanimes por sus ceños fruncidos, por muy rebeldes que ellos sean.
Debes darles mis mensajes, te escuchen o no. Sin embargo, no te escucharán, ¡porque son totalmente rebeldes!
Hijo de hombre, presta atención a lo que te digo. No seas rebelde como ellos. Abre la boca y come lo que te doy».