A uno de sus cachorros lo crió    para que fuera un león fuerte. Aprendió a cazar la presa y a devorarla    y llegó a alimentarse de carne humana.
Derribó fortalezas    y destruyó sus aldeas y ciudades. Las granjas quedaron devastadas    y las cosechas destruidas. La tierra y sus habitantes temblaban de miedo    cuando lo oÃan rugir.
Lo arrastraron con ganchos, lo encerraron en una jaula    y lo llevaron ante el rey de Babilonia. Lo mantuvieron cautivo,    para que nunca más se oyera su voz    en los montes de Israel.
»â€Tu madre era como una vid    plantada junto a la orilla del agua. Su follaje era verde y frondoso    por la abundancia de agua.
Sus ramas se fortalecieron    lo suficiente para ser el cetro de un rey. Llegó a crecer muy alta,    muy por encima de las demás vides. Se destacó por su altura    y sus abundantes ramas frondosas.
Pero la vid fue arrancada de raÃz con furia    y arrojada al suelo. El viento del desierto le secó los frutos    y le desgajó las ramas fuertes; asà que se marchitó    y fue consumida por el fuego.
Ahora la vid está trasplantada en el desierto,    donde el suelo es duro y reseco.
De sus ramas surgió fuego    que devoró sus frutos. Las ramas que le quedan no son    tan fuertes para ser el cetro de un reyâ€.»Este es un canto fúnebre y se entonará en un funeral».