Dale este mensaje de parte del Señor Soberano: “¡No eres más que una cananea! Tu padre era amorreo y tu madre hitita.
El dÃa en que naciste, nadie se preocupó por ti. No te cortaron el cordón umbilical ni te lavaron ni te frotaron con sal ni te envolvieron en pañales.
Te di joyas preciosas, pulseras y hermosos collares,
un anillo para la nariz, aretes para las orejas y una hermosa corona para la cabeza.
Asà quedaste adornada con oro y plata. Tus ropas eran de lino fino con bordados hermosos. Comiste los mejores alimentos —harina selecta, miel y aceite de oliva— y te pusiste más hermosa que nunca. ParecÃas una reina ¡y lo eras!
»â€Pero pensaste que eras dueña de tu fama y tu belleza. Entonces te entregaste como prostituta a todo hombre que pasaba. Tu belleza estaba a la disposición del que la pidiera.
Tomaste las joyas y los adornos de oro y plata que yo te habÃa dado y te hiciste estatuas de hombres y les rendiste culto. ¡Eso es adulterio contra mÃ!
¡ImagÃnate! Ofreciste ante ellos en sacrificio la harina selecta, el aceite de oliva y la miel que yo te habÃa dado, dice el Señor Soberano.
»â€Luego tomaste a tus hijos e hijas —los que diste a luz para m× y los sacrificaste a tus dioses. ¿No era suficiente con haberte prostituido?
En todos tus años de adulterio y pecado detestable, no recordaste ni una sola vez los dÃas pasados, cuando estabas desnuda y tirada en el campo, pataleando en tu propia sangre.
Edificas tus santuarios paganos en cada esquina y construyes en cada plaza los altares para tus Ãdolos. En realidad, has sido peor que una prostituta, tan desesperada por pecar que ni siquiera exigÃas que te pagaran.
SÃ, eres una esposa adúltera que recibe a extraños en lugar de a su propio marido.
Las prostitutas cobran por sus servicios, ¡pero tú no! Les das regalos a tus amantes, los sobornas para que tengan sexo contigo.
Asà que haces lo contrario de las demás prostitutas; ¡tú les pagas a tus amantes en lugar de que ellos te paguen a ti!
»â€Â¡Por lo tanto, prostituta, escucha este mensaje de parte del Señor!
Esto dice el Señor Soberano: por haber derramado tus deseos lujuriosos y haberte desnudado como prostituta ante tus amantes y por haber rendido culto a Ãdolos detestables y masacrado a tus hijos en sacrificio a tus dioses,
Todos los que compongan refranes dirán de ti: “De tal madre, tal hijaâ€.
Pues tu madre despreció a su esposo y a sus hijos, y tú hiciste lo mismo. Eres igual a tus hermanas, que despreciaron a sus esposos y a sus hijos. Queda claro que tu madre era hitita, y tu padre amorreo.
»â€Tu hermana mayor fue Samaria, que vivÃa con sus hijas en el norte. Tu hermana menor fue Sodoma, que vivÃa con sus hijas en el sur.
Ahora bien, tú no solo pecaste igual que ellas sino que tu corrupción pronto las superó.
Tan cierto como que yo vivo, dice el Señor Soberano, Sodoma y sus hijas nunca fueron tan perversas como tú y tus hijas.
Los pecados de Sodoma eran el orgullo, la glotonerÃa y la pereza, mientras que afuera sufrÃan los pobres y los necesitados.
Ella fue arrogante y cometió pecados detestables, por eso la destruÃ, como has visto.
»â€Ni siquiera Samaria cometió la mitad de tus pecados. Tú has hecho cosas mucho más detestables de las que hicieron tus hermanas; ahora ellas parecen rectas en comparación contigo.
¡DeberÃa darte vergüenza! Tus pecados son tan terribles que haces que tus hermanas parezcan rectas, hasta virtuosas.
pero ahora tu peor perversidad quedó a la vista de todo el mundo y eres tú la despreciada, tanto por los edomitas y todos sus vecinos como por los filisteos.
Este será el castigo por tu lascivia y tus pecados detestables, dice el Señor.
Recordarás tus pecados y te cubrirás la boca enmudecida de vergüenza, cuando te perdone por todo lo que hiciste. ¡Yo, el Señor Soberano, he hablado!â€Â».