«Hijo de hombre, supongamos que los habitantes de un paÃs pecaran contra mà y yo alzara mi puño para aplastarlos al cortarles la provisión de alimento y al hacerles pasar un hambre que destruyera tanto a personas como a animales.
»O supongamos que yo les enviara animales salvajes que invadieran el paÃs, mataran a los habitantes y dejaran la tierra desolada y demasiado peligrosa para ser transitada.
Tan cierto como que yo vivo, dice el Señor Soberano, aunque esos tres hombres estuvieran allÃ, no podrÃan salvar ni a sus hijos ni a sus hijas. Se salvarÃan solo ellos tres, pero la tierra quedarÃa desolada.
Tan cierto como que yo vivo, dice el Señor Soberano, aunque esos tres hombres estuvieran allÃ, no podrÃan salvar ni a sus hijos ni a sus hijas. Solo ellos tres se salvarÃan.
»O supongamos que yo derramara mi furia y enviara una epidemia al paÃs que matara tanto a personas como a animales.
Cuando se reúnan con ellos y vean cómo se comportan, entenderán que lo que hice a Israel no fue sin motivo. ¡Yo, el Señor Soberano, he hablado!».