Have not I commanded thee? Be strong and of a good courage; be not afraid, neither be thou dismayed: for the LORD thy God is with thee whithersoever thou goest.
El 31 de julio de mis treinta años de vida, me encontraba con los judÃos en el destierro, junto al rÃo Quebar, en Babilonia, cuando se abrieron los cielos y tuve visiones de Dios.
Eso ocurrió durante el quinto año de cautividad del rey JoaquÃn.
Mientras miraba, vi una gran tormenta que venÃa del norte empujando una nube enorme que resplandecÃa con relámpagos y brillaba con una luz radiante. Dentro de la nube habÃa fuego, y en medio del fuego resplandecÃa algo que parecÃa como de ámbar reluciente.
Del centro de la nube salieron cuatro seres vivientes que parecÃan humanos,
solo que cada uno tenÃa cuatro caras y cuatro alas.
Las piernas eran rectas, y los pies tenÃan pezuñas como las de un becerro y brillaban como bronce bruñido.
Pude ver que, debajo de cada una de las cuatro alas, tenÃan manos humanas. Asà que cada uno de los cuatro seres tenÃa cuatro caras y cuatro alas.
Las alas de cada ser viviente se tocaban con las de los seres que estaban al lado. Cada uno se movÃa de frente hacia adelante, en la dirección que fuera, sin darse vuelta.
Cada uno tenÃa cara humana por delante, cara de león a la derecha, cara de buey a la izquierda, y cara de águila por detrás.
Cada uno tenÃa dos pares de alas extendidas: un par se tocaba con las alas de los seres vivientes a cada lado, y el otro par le cubrÃa el cuerpo.
Los seres iban en la dirección que indicara el espÃritu y se movÃan de frente hacia delante, en la dirección que fuera, sin darse vuelta.
Los seres vivientes parecÃan carbones encendidos o antorchas brillantes, y daba la impresión de que entre ellos destellaban relámpagos.
Y los seres vivientes se desplazaban velozmente de un lado a otro como centellas.
Mientras miraba a esos seres vivientes, vi junto a ellos cuatro ruedas que tocaban el suelo; a cada uno le correspondÃa una rueda.
Las ruedas brillaban como si fueran de berilo. Las cuatro ruedas se parecÃan y estaban hechas de la misma manera; dentro de cada rueda habÃa otra rueda, que giraba en forma transversal.
Los seres podÃan avanzar de frente en cualquiera de las cuatro direcciones, sin girar mientras se movÃan.
Los aros de las cuatro ruedas eran altos y aterradores, y estaban cubiertos de ojos alrededor.
Cuando los seres se movÃan, las ruedas se movÃan. Cuando los seres se detenÃan, las ruedas se detenÃan. Cuando los seres volaban hacia arriba, las ruedas se elevaban, porque el espÃritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.
Por encima de ellos se extendÃa una superficie semejante al cielo, reluciente como el cristal.
Por debajo de esa superficie, dos alas de cada ser viviente se extendÃan para tocar las alas de los otros, y cada uno tenÃa otras dos alas que le cubrÃan el cuerpo.
Mientras permanecÃan de pie con las alas bajas, se oyó una voz más allá de la superficie de cristal que estaba encima de ellos.
Sobre esta superficie habÃa algo semejante a un trono hecho de lapislázuli. En ese trono, en lo más alto, habÃa una figura con apariencia de hombre.
De lo que parecÃa ser su cintura para arriba, tenÃa aspecto de ámbar reluciente, titilante como el fuego; y de la cintura para abajo, parecÃa una llama encendida resplandeciente.
Lo rodeaba un halo luminoso, como el arco iris que brilla entre las nubes en un dÃa de lluvia. Asà se me presentó la gloria del Señor. Cuando la vi, caà con rostro en tierra, y oà la voz de alguien que me hablaba.