Esto dice el Señor: «Del norte viene un diluvio    que inundará la tierra. Destruirá la tierra y todo lo que hay en ella,    tanto las ciudades como sus habitantes. La gente gritará de terror,    y todos en la tierra gemirán.
Escuchen el ruido de los cascos de los caballos    y el estruendo de las ruedas de los carros de guerra al pasar. Los padres aterrorizados corren desesperados,    ni siquiera miran hacia atrás para ver a sus hijos indefensos.
»Ha llegado el momento de destruir a los filisteos,    junto con sus aliados de Tiro y Sidón. SÃ, el Señor está destruyendo a los pocos que quedan de los filisteos,    a esos colonos de la isla de Creta.
Gaza será humillada, su cabeza rapada;    Ascalón quedará en silencio. Ustedes, los que quedan de las costas mediterráneas,    ¿hasta cuándo se lamentarán y harán duelo?
»¡Oh espada del Señor!    ¿Cuándo volverás a descansar? Vuelve a tu vaina;    descansa y mantente quieta.
»¿Pero cómo se mantendrá quieta    cuando el Señor la ha enviado en una misión? Pues la ciudad de Ascalón    y el pueblo que vive junto al mar    deben ser destruidos».