Likewise the Spirit also helpeth our infirmities: for we know not what we should pray for as we ought: but the Spirit itself maketh intercession for us with groanings which cannot be uttered.
Entonces SefatÃas, hijo de Matán; GedalÃas, hijo de Pasur; Jehucal, hijo de SelemÃas; y Pasur, hijo de MalquÃas, oyeron lo que JeremÃas le decÃa al pueblo:
Entonces los funcionarios fueron a ver al rey y le dijeron:—Señor, ¡este hombre debe morir! Esta forma de hablar desmoralizará a los pocos hombres de guerra que nos quedan, al igual que a todo el pueblo. ¡Este hombre es un traidor!
El rey SedequÃas estuvo de acuerdo.—Está bien —dijo—, hagan lo que quieran. No los puedo detener.
Asà que los funcionarios sacaron a JeremÃas de la celda y lo bajaron con sogas a una cisterna vacÃa en el patio de la cárcel que pertenecÃa a MalquÃas, miembro de la familia real. La cisterna no tenÃa agua pero JeremÃas se hundió en una espesa capa de barro que habÃa en el fondo.
Pero el etÃope Ebed-melec, un importante funcionario de la corte, se enteró de que JeremÃas estaba en la cisterna. En ese momento el rey estaba en sesión junto a la puerta de BenjamÃn,
—Mi señor y rey —dijo—, estos hombres hicieron un gran mal al poner al profeta JeremÃas dentro de la cisterna. Pronto morirá de hambre porque casi no hay pan en la ciudad.
Entonces el rey le dijo a Ebed-melec:—Toma contigo a unos treinta de mis hombres y saca a JeremÃas de la cisterna antes de que muera.
Asà que Ebed-melec se llevó a los hombres y fue a la habitación del palacio que estaba debajo de la tesorerÃa. Allà encontró trapos viejos y ropa desechada que llevó a la cisterna y se los bajó con sogas a JeremÃas.
Ebed-melec le gritó a JeremÃas: «Ponte estos trapos debajo de tus axilas para protegerte de las sogas».Cuando JeremÃas estuvo listo,
lo sacaron. Entonces regresaron a JeremÃas al patio de la guardia —la prisión del palacio— y allà permaneció.
Cierto dÃa, el rey SedequÃas mandó llamar a JeremÃas e hizo que lo llevaran a la tercera entrada del templo del Señor.—Quiero preguntarte algo —le dijo el rey—. Y no intentes ocultar la verdad.
—Si te dijera la verdad, me matarÃas —contestó JeremÃas—. Y si te diera un consejo, igual no me escucharÃas.