El Señor le dio a JeremÃas el siguiente mensaje en el cuarto año del reinado de Joacim, hijo de JosÃas, en Judá:
«Toma un rollo y anota todos mis mensajes contra Israel, Judá y las demás naciones. Comienza con el primer mensaje allá por los tiempos de JosÃas y escribe todos los mensajes, hasta llegar al tiempo presente.
Asà que JeremÃas mandó llamar a Baruc, hijo de NerÃas, y mientras JeremÃas le dictaba todas las profecÃas que el Señor le habÃa dado, Baruc las escribÃa en un rollo.
Entonces JeremÃas le dijo a Baruc: «Estoy preso aquà y no puedo ir al templo.
Quizá se aparten de sus malos caminos y antes de que sea demasiado tarde le pidan al Señor que los perdone. Pues el Señor los ha amenazado con su terrible enojo».
Baruc hizo lo que JeremÃas le dijo y leyó al pueblo los mensajes del Señor en el templo.
Baruc leyó al pueblo las palabras de JeremÃas, escritas en el rollo. En el templo, se paró frente a la habitación de GemarÃas, hijo de Safán, el secretario. Esa habitación estaba junto al atrio superior del templo, cerca de la entrada de la puerta Nueva.
Cuando MicaÃas, hijo de GemarÃas y nieto de Safán, oyó los mensajes de parte del Señor,
bajó a la sala del secretario en el palacio, donde estaban reunidos los funcionarios administrativos. Allà estaba el secretario Elisama junto con DelaÃa, hijo de SemaÃas; Elnatán, hijo de Acbor; GemarÃas, hijo de Safán; SedequÃas, hijo de AnanÃas y todos los demás funcionarios.
Cuando MicaÃas les contó acerca de los mensajes que Baruc leÃa al pueblo,
Cuando oyeron todos los mensajes, se miraron unos a otros asustados.—Tenemos que contarle al rey lo que hemos oÃdo —le dijeron a Baruc—,
pero primero dinos cómo obtuviste estos mensajes. ¿Provinieron directamente de JeremÃas?
Asà que Baruc explicó:—JeremÃas me los dictó y yo los escribà con tinta, palabra por palabra, en este rollo.
—Tanto tú como JeremÃas deberÃan esconderse —le dijeron los funcionarios a Baruc—. ¡No le digan a nadie dónde están!
Entonces, los funcionarios dejaron el rollo a salvo en la habitación de Elisama, el secretario, y le fueron a decir al rey lo que habÃa acontecido.
Luego el rey envió a Jehudà a buscar el rollo y Jehudà lo sacó de la habitación de Elisama y lo leyó al rey, con los funcionarios presentes.
Era avanzado el otoño, asà que el rey estaba en el cuarto del palacio acondicionado para el invierno, sentado junto a un brasero para calentarse.
Cada vez que Jehudà terminaba de leer tres o cuatro columnas, el rey tomaba un cuchillo y cortaba esa sección del rollo. Luego lo lanzaba al fuego, sección por sección, hasta que quemó todo el rollo.
Ni el rey ni sus asistentes mostraron ninguna señal de temor o arrepentimiento ante lo que habÃan oÃdo.
Entonces el rey mandó a su hijo Jerameel, a SeraÃas, hijo de Azriel, y a SelemÃas, hijo de Abdeel, para que arrestaran a Baruc y a JeremÃas; pero el Señor los habÃa escondido.
«Toma otro rollo y escribe de nuevo todo tal como lo hiciste en el rollo que quemó el rey Joacim.
Luego dile al rey: “Esto dice el Señor: ‘Tú quemaste el rollo porque allà dice que el rey de Babilonia destruirÃa esta tierra y la dejarÃa vacÃa de gente y de animales.
Ahora, esto dice el Señor acerca del rey Joacim de Judá: el rey no tendrá herederos que se sienten en el trono de David. Su cadáver será echado a la intemperie y permanecerá sin enterrar, expuesto al calor del dÃa y a las heladas de la noche.
Asà que JeremÃas tomó otro rollo y volvió a dictarle a su secretario Baruc. Escribió todo lo que estaba en el rollo que el rey Joacim habÃa quemado en el brasero. ¡Solo que esta vez agregó mucho más!