Este mensaje del Señor, para todo el pueblo de Judá, le vino a JeremÃas durante el cuarto año del reinado de Joacim sobre Judá. Este fue el año en que el rey Nabucodonosor de Babilonia comenzó a reinar.
»Pero ustedes no querÃan escucharme —dice el Señor—. Me pusieron furioso al rendir culto a Ãdolos hechos con sus propias manos y trajeron sobre ustedes todos los desastres que ahora sufren.
Esto me dijo el Señor, Dios de Israel: «Toma de mi mano la copa de mi enojo, que está llena hasta el borde, y haz que todas las naciones a las que te envÃe beban de ella.
a los reyes de Tiro y Sidón, y a los reyes de las regiones al otro lado del mar.
Se la di a Dedán, a Tema, a Buz y a la gente que vive en lugares remotos.
Se la di a los reyes de Arabia, a los reyes de las tribus nómadas del desierto
y a los reyes de Zimri, Elam y Media.
Se la di a los reyes de los paÃses del norte, lejanos y cercanos, uno tras otro, es decir a todos los reinos del mundo. Finalmente, el mismo rey de Babilonia bebió de la copa del enojo del Señor.
»Ahora, profetiza todas estas cosas y diles: »“El Señor rugirá contra su propia tierra    desde su santa morada en el cielo. Él gritará como los que pisan las uvas;    gritará contra todos los habitantes de la tierra.
Su grito de juicio llegará hasta los confines de la tierra,    porque el Señor presentará su caso contra todas las naciones. Él juzgará a todos los habitantes de la tierra,    y matará con la espada a los perversos.    ¡Yo, el Señor, he hablado!â€Â».
No encontrarán lugar donde esconderse;    no habrá forma de escapar.
Escuchen los gritos desesperados de los pastores.    Los lÃderes del rebaño gimen en su desesperación    porque el Señor está arruinando sus pastos.
Debido al gran enojo del Señor    los prados tranquilos se convertirán en tierra baldÃa.
Él salió de su guarida como un león fuerte en busca de su presa,    y la tierra quedará desolada por la espada del enemigo    y por la ira feroz del Señor.