Sin embargo, si rehúsan prestar atención a esta advertencia, les juro por mi propio nombre —dice el Señor—, que este palacio se convertirá en un montón de escombros’â€Â».
Llora por tus aliados en el LÃbano;    grita por ellos en Basán. Búscalos en las regiones al oriente del rÃo.    Mira, todos han sido destruidos.    No quedó nadie para ayudarte.
Te lo advertà cuando eras próspero    pero respondiste: “¡No me fastidies!â€. Has sido asà desde tu niñez,    ¡nunca me obedeces!
Y ahora a tus aliados se los llevará el viento.    Todos tus amigos serán llevados cautivos.    Seguramente para entonces verás tu maldad y te avergonzarás.
Puede que sea lindo vivir en un palacio magnÃfico,    recubierto con madera de cedros del LÃbano, pero pronto gemirás con punzadas de angustia,    angustia como la de una mujer con dolores de parto.
¡Oh tierra, tierra, tierra!    ¡Escucha este mensaje del Señor!
Esto dice el Señor: “Que conste en acta que este hombre, JoaquÃn, no tuvo hijos.    Él es un fracasado, porque no tendrá hijos que le sucedan en el trono de David    para gobernar a Judáâ€.