Bel y Nebo, los dioses de Babilonia, Â Â Â se inclinan cuando los bajan al suelo. Se los llevan en carretas tiradas por bueyes. Â Â Â Los pobres animales se tambalean por el peso.
Tanto los Ãdolos como sus dueños se doblegan.    Los dioses no pueden proteger a la gente, y la gente no puede proteger a los dioses;    juntos van al cautiverio.
«Escúchenme, descendientes de Jacob,    todos los que permanecen en Israel. Los he protegido desde que nacieron;    asà es, los he cuidado desde antes de nacer.
Hay quienes derrochan su plata y su oro    y contratan a un artesano para que de estos les haga un dios.    Luego, ¡se inclinan y le rinden culto!
Lo llevan sobre los hombros    y cuando lo bajan, allà se queda.    ¡Ni siquiera se puede mover! Cuando alguien le dirige una oración, no obtiene respuesta;    no puede rescatar a nadie de sus dificultades.