Prosperarán como la hierba bien regada,    como sauces en la ribera de un rÃo.
Algunos dirán con orgullo: ‘Yo le pertenezco al Señor’;    otros dirán: ‘Soy descendiente de Jacob’. Algunos escribirán el nombre del Señor en sus manos    y tomarán para sà el nombre de Israelâ€Â».
Los que rinden culto a Ãdolos caerán en la deshonra    junto con todos esos artesanos, simples humanos,    que se declaran capaces de fabricar un dios. Tal vez unan sus fuerzas,    pero estarán unidos en el terror y la vergüenza.
Luego toma lo que queda    y hace su dios: ¡un Ãdolo tallado! Cae de rodillas ante el Ãdolo,    le rinde culto y le reza. «¡Rescátame! —le dice—,    ¡tú eres mi dios!».
¡Cuánta estupidez y cuánta ignorancia!    Tienen los ojos cerrados y no pueden ver;    tienen la mente cerrada y no pueden pensar.
El pobre iluso se alimenta de cenizas;    confÃa en algo que no puede ayudarlo en absoluto. Sin embargo, no es capaz de preguntarse:    «Este Ãdolo que tengo en la mano, ¿no será una mentira?».
Canten, oh cielos, porque el Señor ha hecho algo tan maravilloso.    ¡Griten de júbilo, oh profundidades de la tierra! ¡Pónganse a cantar    oh montes, bosques y todos los árboles! Pues el Señor ha redimido a Jacob    y es glorificado en Israel.
Expongo a los falsos profetas como mentirosos    y dejo en ridÃculo a los adivinos; hago que los sabios den malos consejos,    y asà demuestro que son unos necios.