Pero ahora, oh Jacob, escucha al Señor, quien te creó.    Oh Israel, el que te formó dice: «No tengas miedo, porque he pagado tu rescate;    te he llamado por tu nombre; eres mÃo.
Pues yo soy el Señor, tu Dios,    el Santo de Israel, tu Salvador. Yo di a Egipto como rescate por tu libertad;    en tu lugar di a EtiopÃa y a Seba.
«Pero tú eres mi testigo, Israel —dice el Señor—,    tú eres mi siervo. Tú has sido escogido para conocerme, para creer en mà    y comprender que solo yo soy Dios. No hay otro Dios;    nunca lo hubo y nunca lo habrá.
Yo, sÃ, yo soy el Señor,    y no hay otro Salvador.
Desde la eternidad y hasta la eternidad, yo soy Dios.    No hay quien pueda arrebatar a nadie de mi mano;    nadie puede deshacer lo que he hecho».
Yo hice a Israel para mà mismo,    y algún dÃa me honrará delante del mundo entero.
»Sin embargo, querida familia de Jacob, tú te niegas a pedirme ayuda.    ¡Oh Israel, te has cansado de mÃ!
No me has traÃdo ovejas ni cabras para ofrendas quemadas.    No me has honrado con sacrificios, aun cuando no te he agobiado ni fatigado    con exigencias de ofrendas de granos y de incienso.
No me has traÃdo el cálamo aromático,    ni me has agradado con la grasa de los sacrificios. En cambio, me has agobiado con tus pecados    y me has cansado con tus faltas.