Escucha, Etiopía, tierra de ondulantes velas que está ubicada a la cabecera del Nilo,
que envía embajadores, río abajo en rápidos barcos. ¡Vayan, veloces mensajeros! Llévenle un mensaje a un pueblo de gente alta con piel suave, temido en todas partes por sus conquistas y destrucción, y cuya tierra está dividida por ríos.
Todos ustedes, habitantes del mundo, todos los que viven en la tierra: cuando levante mi bandera de guerra, ¡miren! Cuando toque el cuerno de carnero, ¡escuchen!
Pues el Señor me ha dicho: «Observaré en silencio desde el lugar donde habito, tan silencioso como sube el calor en un día de verano, o como se forma el rocío de la mañana durante la cosecha».
Aun antes que ustedes comiencen a atacar, mientras sus planes maduran como uvas, el Señor cortará sus brotes nuevos con podaderas; cortará y descartará las ramas extendidas.
Su poderoso ejército quedará muerto por los campos, abandonado para los buitres de las montañas y los animales salvajes. Los buitres despedazarán los cadáveres durante el verano y los animales salvajes roerán los huesos durante el invierno.
En aquel tiempo, el Señor de los Ejércitos Celestiales recibirá obsequios de esa tierra dividida por ríos; de ese pueblo de gente alta y de piel suave, temido en todas partes por sus conquistas y destrucción. Llevarán obsequios a Jerusalén, donde habita el Señor de los Ejércitos Celestiales.