Recibà este mensaje acerca de Damasco: «¡Miren! ¡La ciudad de Damasco desaparecerá!    Se convertirá en un montón de escombros.
Las ciudades de Aroer quedarán desiertas.    Las manadas pastarán en las calles y se echarán sin que nada las perturbe,    sin que nadie las espante.
Entonces, por fin el pueblo buscará a su Creador    y volverá los ojos al Santo de Israel.
Ya no buscarán ayuda de sus Ãdolos,    ni rendirán culto a lo que hicieron con sus propias manos. Nunca más se inclinarán ante los postes dedicados a la diosa Asera,    ni rendirán culto en los santuarios paganos que construyeron.
Sus ciudades más grandes quedarán como bosques desiertos;    como la tierra que abandonaron los heveos y los amorreos cuando llegaron los israelitas, hace ya mucho tiempo.    Estarán totalmente desoladas.
Tal vez echen retoños en el dÃa que las trasplantes.    SÃ, hasta es posible que florezcan la misma mañana que las plantes, pero nunca recogerás ni una uva de ellas.    Su única cosecha será una carga de aflicción y de dolor continuo.
Pero aunque rujan como las olas grandes de la playa,    Dios los hará callar y huirán como la paja que esparce el viento;    como los arbustos que ruedan antes de una tormenta.
En la noche, Israel espera aterrado;    pero al amanecer, sus enemigos están muertos. Esta es la justa recompensa para quienes nos saquean;    un final apropiado para quienes nos destruyen.